THE OBJECTIVE
Alfonso Donnay

Más allá del copiloto Lubitz…

El martes de carnaval del año 2002, un avión de Iran Air se estrello contra la cadena montañosa que rodea la ciudad, los montes Zagros. Las más de 170 personas que viajaban a bordo perecieron. Y entre ellas, había 4 compañeros de trabajo, cuatro amigos.

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El martes de carnaval del año 2002, un avión de Iran Air se estrello contra la cadena montañosa que rodea la ciudad, los montes Zagros. Las más de 170 personas que viajaban a bordo perecieron. Y entre ellas, había 4 compañeros de trabajo, cuatro amigos.

El martes de carnaval del año 2002, un avión de Iran Air, al poco de despegar de la ciudad iraní de Khorramabad, se estrello contra la cadena montañosa que rodea la ciudad, los montes Zagros. Las más de 170 personas que viajaban a bordo perecieron. Y entre ellas, había 4 compañeros de trabajo míos, cuatro amigos.

Igual que en accidente de los Alpes, la zona también era de muy complicado acceso. Los restos del avión estaban esparcidos por un área extensa y las labores de rescate, se tuvieron que realizar en unas condiciones lamentables. Los pocos medios del gobierno de Irán, la escasa preparación de los equipos de rescate a pesar de su enorme voluntad en el trabajo, los montes nevados, etc., nos supusieron muchísimas dificultades. Después de semanas de intenso trabajo, solo conseguimos traer a Euskadi los restos de uno de nuestros amigos. Los otros tres, descansan en algún lugar recóndito, a los pies de las nieves perpetuas de los Zagros.

Lo que va a ocurrir a partir de ahora con el accidente de los Alpes, va mucho más allá de todo el dramatismo que rodea al suceso y de las terribles circunstancias en las que se ha producido. Pasado el primer impacto, después de todos los actos de condolencia, postureos de las autoridades, entrevistas en los medios, etc., la noticia se va poco a poco diluyendo. Los políticos se alejan (tienen compromisos más importantes), estamos en época electoral y no se admiten despistes. La prensa trabaja la actualidad, e inevitablemente se van produciendo noticias que relegan el accidente a un segundo plano. La vida continúa y la soledad de las familias se hará cada vez más evidente.

La historia no terminara con la identificación de las víctimas y la entrega de los restos a las familias, porque les esperan semanas, meses y quizás años de angustia, zozobra y desesperación y sin poder cerrar el duelo convenientemente. Ahora vendrá el asunto de los seguros y las indemnizaciones y eso va a ser muy largo. Los familiares, van a asistir con estupor a las peleas entre las compañías de seguros, que sin importarles demasiado los sentimientos de los damnificados, van a poner encima de la mesa todo tipo de argumentos para que el culpable sea el otro y así pagar lo menos posible. “Que si Lufthansa sabía”, “que si Lubitz no había dicho”, “que si ha habido negligencia médica”, “Que si Lubitz le dio diuréticos al comandante”, etc., etc.

¡Al tiempo!

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