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Los recortes de la Monarquía

La nueva imagen de la Reina no debiera preocupar. En cambio, sí es necesario que tanto el Gobierno como la propia Monarquía se ocupen y preocupen por no seguir recortando sus respectivas responsabilidades. Sobre todo, para no permitir que se repita, nunca más, otro episodio de corrupción o abuso de poder.

Opinión
  • Abogado y Consultor. El Derecho no puede verse influenciado por el favor, seducido por el poder, ni adulterado por el favor pecuniario.

La nueva imagen de la Reina no debiera preocupar. En cambio, sí es necesario que tanto el Gobierno como la propia Monarquía se ocupen y preocupen por no seguir recortando sus respectivas responsabilidades. Sobre todo, para no permitir que se repita, nunca más, otro episodio de corrupción o abuso de poder.

Resulta sorprendente leer y escuchar la multitud de reacciones que provoca un simple corte de pelo. También es cierto que la protagonista de este cambio de imagen es la actual Reina de España, doña Letizia Ortiz y su cabello, ya no es el de una princesa.

No es que sea infrecuente el alboroto ahora recreado en nuestra plaza, acostumbrada y alimentada por el chismorreo público, siempre pendiente de las apariciones o desapariciones de los miembros de la familia Real. Mas no es menos cierto que en este imaginario social los dimes y diretes se magnifican casi en la misma proporción que se devalúan las acciones o los hechos.

En el otro lado tenemos a la Monarquía, como institución.

Nuestra Carta Magna señala que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. En esta configuración el Rey ejerce la función de jefe de Estado bajo el control del poder legislativo (parlamento) y del poder ejecutivo (gobierno), es decir, el rey reina pero no gobierna. Por tanto, las normas y decisiones emanadas del Parlamento regulan no sólo el funcionamiento del Estado sino también la actuación y funciones del propio rey.

No cabe duda que en los últimos años a la grave crisis económica que hemos padecido (y aún padecemos) también se ha sumado un claro deterioro institucional, causado por diferentes episodios de corrupción y de pérdida de valores, añadido a una falta de transparencia por parte de los responsables políticos. La Monarquía tampoco se ha librado de estos escándalos.

La nueva imagen de la Reina no debiera preocupar. En cambio, sí es necesario que tanto el Gobierno como la propia Monarquía se ocupen y preocupen por no seguir recortando sus respectivas responsabilidades. Sobre todo, para no permitir que se repita, nunca más, otro episodio de corrupción o abuso de poder. Ambas instituciones deben dar ejemplo de ello y los ciudadanos, exigírselo.