La corrupción de Pacquiao-Mayweather
La corrupción, que hoy se pone en evidencia ante un resultado viciado, en el marco de un show business, con fachada de deporte, es sin duda la evidencia más clara de la decadencia de valores que antes se pretendía por lo menos disimular.
La corrupción, que hoy se pone en evidencia ante un resultado viciado, en el marco de un show business, con fachada de deporte, es sin duda la evidencia más clara de la decadencia de valores que antes se pretendía por lo menos disimular.
No vi la pelea de Pacquiao ante Mayweather, no es el boxeo mi deporte favorito, en especial por mi postura ante la violencia innecesaria e inútil, pero si he leído las repercusiones de la misma. Todo el mundo sabe que ganó Pacquiao, pero Pacquiao excusa su pérdida por un dolor en el hombro. Más o menos así es la corrupción, todos saben que se roba, pero la gente lo deja pasar porque “les duele el hombro”.
La corrupción, que hoy se pone en evidencia ante un resultado viciado, en el marco de un show business, con fachada de deporte, es sin duda la evidencia más clara de la decadencia de valores que antes se pretendía por lo menos disimular. Esto al final es evidencia de la decadencia del sistema, que impone un negocio que ni siquiera tiene el recato de llegar al acuerdo de que Pacquiao mostrara minusvalía ante el que ya se había establecido que debía ganar.
Así es hoy el capitalismo en su máxima expresión, todo un montaje que pretende demostrar reglas claras, democracia, libertad, y al final, gana el que le conviene al sistema, el que se suma, el que se mimetiza, el que se hace parte de él.
Pacquiao, siendo parte del sistema, no pudo con su naturaleza, todos sabemos que ganó, pero se entregó al sistema corrupto al aceptar la derrota, y lo peor es que algunos especulan que todo es así para la revancha, donde Pacquiao sí ganará y así se librará de una “injusta decisión”. Mientras, los pueblos no se pueden librar de las injustas decisiones de sus gobiernos que obran a favor del sistema, y tranzan con la corrupción que destruye las bases de la convivencia. ¡Boxeemos pues!