THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

Possumus

La realidad es tozuda y acaba imponiéndose, de ahí las rectificaciones, los enfrentamientos, las contradicciones con los frikis de Izquierda Anticapitalista y los asamblearistas dialectales de Pablo Echenique.

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Possumus

La realidad es tozuda y acaba imponiéndose, de ahí las rectificaciones, los enfrentamientos, las contradicciones con los frikis de Izquierda Anticapitalista y los asamblearistas dialectales de Pablo Echenique.

Podemos, el partido (“movimiento” dicen ellos) creado por profesores de “Ciencias políticas” y alimentado por los que apoyaron el 15-M y su revolución chachipiruli, de yoga y bongos en las plazas de España, ha perdido potencia y comienza a enfrentarse a sus propias contradicciones internas prácticamente sin haberse manchado con el ejercicio del poder, que es la Madre del Cordero y la prueba del algodón de todo político.

Hace dos días Carlos Marx hubiese cumplido 197 años, un filósofo que, a decir de Gustavo Bueno, “es tan importante que no asumirlo es como ser precopernicano”. Y en esas están los de Podemos, pues al contrario de lo que pregonan sus enemigos de la “casta”, en su ideario no hay ni un gramo de Marx, ni de Engels u otros miembros del santoral marxista. La sustancia filosófica de Podemos está más cerca de la de Fray Gerundio de Campazas, que no entendía por sustancia otra cosa más que el caldo de gallina.

A decir del filósofo bilbaíno, Íñigo Ongay de Felipe, Podemos es antes un partido escotista que uno comunista. Lo suyo es la voluntad por encima del entendimiento: possumus. Dicen poder echar a la casta, no pagar la deuda externa, dar un sueldo a todo quisqui y seguir pagando la sanidad universal, las pensiones y una escuela pública de calidad para la “gente”.

Pero la realidad es tozuda y acaba imponiéndose, de ahí las rectificaciones, los enfrentamientos, las contradicciones con los frikis de Izquierda Anticapitalista y los asamblearistas dialectales de Pablo Echenique. Un cóctel de ideologías enfrentadas entre sí al que se le dio una capa de pintura morada, como de mermelada de arándanos, que lo fiaba todo a la potencia de la voluntad y el mito de la unidad de la Izquierda en la II República.

Fiat voluntas Dei.

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