El Arte escupe sangre
Yoko empezó a dar rienda suelta a sus instintos. Ella dice ser una artista. Una artista conceptual. Un campo donde las ideas son el valor. Pero aquí encontramos un problema: el confundir la idea con el más absoluto absurdo.
Yoko empezó a dar rienda suelta a sus instintos. Ella dice ser una artista. Una artista conceptual. Un campo donde las ideas son el valor. Pero aquí encontramos un problema: el confundir la idea con el más absoluto absurdo.
Yoko Ono llegó a Nueva York desde Tokio jovencita, con 18 años, y la chiquilla lo intentó primero con la filosofía y luego con la poesía. Y claro, uno se imagina a los ilustres del ‘Pop Art’ petados de mescalina y vaya usted a saber qué más, viendo aparecer entre el vaho y los colores saturados a una muchacha menuda, de ojos rasgados, medio encorvada, pálida, con melena lóbrega, de voz tenue y acento nipón, que venía de sufrir un bombardeo y hablaba de paz. Joder, una droga dura de verdad. Algo muy cercano al paroxismo de los flipados.
Yoko empezó a dar rienda suelta a sus instintos. Ella dice ser una artista. Una artista conceptual. Un campo donde las ideas son el valor. Pero aquí encontramos un problema: el confundir la idea con el más absoluto absurdo. La gilipollez. Un concepto merece ser expuesto cuando su significado es radical, impactante, provocador, genial, reflexivo… Porque el arte evoca emociones, conecta con una parte desconocida e indescifrable de nuestro ser. Pero las ganas de liarse a hostias que le entran a uno cuando ve la falta de vergüenza, a pesar de ser una emoción, ésta conecta directamente con la palma de la mano.
A Yoko Ono no le inquieta que su obra no fuera reconocida hasta hace poco. Lo que le importaba era trabajar más y más. Lo explica: «Una de las razones por las que mi arte no se conocía tan bien tiene que ver con mi responsabilidad. Estaba interesada en seguir adelante para crear, no para dar a conocer, una obra que pudiera beneficiar a la humanidad más adelante en el tiempo”. Crear en beneficio de la humanidad. Ya. Esta actuación se llama ‘Pieza de voz para soprano”: https://goo.gl/tIBIv6 Eso, ese gemido de grulla convulsionada en fase terminal violada por una farola, eso, agrietó las paredes donde reposan Van Gogh, Miró, Picasso, Hopper…
Mire, yo no le conozco como ser humano, tampoco me gustan los Beatles, así que sin rencores, y hasta me conmueven las utopías lanzadas desde las exquisitas sábanas del Hilton; pero Yoko, coño, nada de eso me impide decir que no, que usted no es una artista. Es una jeta, una pirata del arte. «Llevo 40 años haciendo constantemente cosas de las que no se habla, si nadie se da cuenta no pasa nada”. Por eso, ahora que sus exposiciones son las más visitadas, algo ocurre. Que el Arte sufre. Escupe sangre.
Si todavía les queda estómago, otras dos muestras:
Aquí Yoko comparte escenario con Clapton, Gitlis, Lennon y Richards. Peccata minuta. Pues bien, ella coge el micrófono y todo lo que se le ocurre hacer es esto. La imagen y el sonido no están sincronizados del todo, pero, lamentablemente, ocurrió de verdad. https://goo.gl/0qvxkC
Y bueno, esta es Yoko riéndose del mundo hace dos años: https://goo.gl/uGCE6F
Jamás creí que diría esto, pero el reggaeton a su lado es el cielo.