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Espléndido aislamiento

Los dirigentes europeos han acordado repartirse la ola de refugiados que asoman a sus fronteras mediante un sistema de cuotas. El Reino Unido ha dicho que no participa de la repartija.

Opinión
  • Sociólogo español, colaborador habitual de medios de comunicación. Es catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Columbia y ha sido profesor visitante en las de Yale y Florida y en El Colegio de México.

Los dirigentes europeos han acordado repartirse la ola de refugiados que asoman a sus fronteras mediante un sistema de cuotas. El Reino Unido ha dicho que no participa de la repartija.

Es el canto del cisne británico. Resulta patético evocar el espíritu del “espléndido aislamiento”, cuando tantas personas de color habitan ya en el Reino Unido. Bien es verdad que todavía no han entrado en el Parlamento. Tampoco en el resto de Europa.

La realidad del convulso mundo actual no es ya la emigración masiva que dicen ”económica” sino la desbandada de los refugiados por mor de las guerras tribales. Se hacinan en barcos pesqueros a la busca de algún país que les proporcione comida y mantas, pues no pueden volver al suyo, triturado por la violencia étnica. Encima deben arruinarse de por vida para pagar el pasaje a los nuevos negreros.

Los dirigentes europeos han acordado repartirse la ola de refugiados que asoman a sus fronteras mediante un sistema de cuotas. El Reino Unido ha dicho que no participa de la repartija. La verdad es que se trata de una solución in extremis. De momento, el sunami étnico alcanza a unos pocos miles de personas. ¿Qué ocurrirá cuando sean cientos de miles, acaso millones? Ya no habrá más posibilidad de cuotas. Simplemente, la población europea contemplará atónita la nueva invasión pacífica. Será inevitable que se acerque también a los blancos acantilados de Dover.

No solo en Inglaterra; en toda Europa se alzan agriamente partidos y grupos de presión en contra del nuevo fenómeno. Extrañamente, España es una excepción, pues entre nosotros no se registra (todavía) un movimiento xenófobo. No se trata de ninguna superioridad moral de los españoles, sino de que lo nuestro ha sido un continuo mestizaje de siglos. Por fortuna no somos una raza pura.

Aun así, en España seguimos levantando vallas cada vez más altas y punzantes en la frontera africana. Todas serán franqueadas. Más “cornás” da el hambre.