THE OBJECTIVE
Manuel Aguilera

"Nuestros hijos de p..."

Nuestros hijos de putas nacen y proliferan a una velocidad vertiginosa en distintas partes del mundo.

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«Nuestros hijos de p…»

Nuestros hijos de putas nacen y proliferan a una velocidad vertiginosa en distintas partes del mundo.

«Tal sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». La frase se le atribuye a Franklin Delano Roosvelt, presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945, en referencia a Anastasio Somoza, el dictador nicaragüense. Así justificaba Roosveelt a su política de tolerancia y permisividad de un régimen no democrático, siempre y cuando le sirviera para favorecer la posición de su país en la región y mantener al enemigo comunista lo más lejos posible.

Ha llovido mucho desde entonces y los presidentes de Estados Unidos se han ido sucediendo a un ritmo más lento que “sus hijos de puta”. Nuestros hijos de putas nacen y proliferan a una velocidad vertiginosa en distintas partes del mundo.

Esta semana nos sorprendía la noticia -o no- de que Arabia Saudí está buscando a ocho nuevos ‘verdugos’ para llevar cabo el número cada vez mayor de condenas a pena de muerte en el país, muchas de ellas por decapitación. El trabajito incluye también la posibilidad de amputaciones, en este caso para delitos menores como el robo. Según los últimos datos que ha compartido Aministía Internacional, Arabia Saudí ocupa el tercer puesto en el número de ejecuciones, sólo por detrás de China e Irán. Según Human Rights Watch, este años ya van 85 personas ajusticiadas, imaginamos que después de procesos con todas las garantías, -o no-. Porque en cualquier caso, si la familia real saudí o quién diablos gobierne allí son una panda de hijos de puta, sin duda son “nuestros hijos de puta” que nos libran a su vez de unos hijos de puta aún mayores.

A estas alturas del artículo, ya he escrito más palabras malsonantes que en toda mi vida anterior. Pero es la primera que me animo a crear un manual de relaciones internacionales.

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