THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

El fútbol no es fútbol

Los sobornos habrían pasado inadvertidos si no fuera porque esta vez han servido para llevar el campeonato mundial de fútbol a Rusia. Se abre un nuevo episodio de la latente “guerra fría” entre Rusia y USA.

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El fútbol no es fútbol

Los sobornos habrían pasado inadvertidos si no fuera porque esta vez han servido para llevar el campeonato mundial de fútbol a Rusia. Se abre un nuevo episodio de la latente “guerra fría” entre Rusia y USA.

La FIFA (organización mundial de fútbol) es, después de la Iglesia Católica, la única entidad que está presente en todos los países, incluidos los que no se hallan dentro de la ONU. Representa un deporte muy popular en todas las culturas, excepto, curiosamente, los Estados Unidos. La curiosidad está en que el Gobierno de Obama es el que ha destapado el caso de la corrupción sistemática de los privilegiados directivos “fiferos”. Los Estados Unidos no son solo el gendarme de todo el mundo, sino ahora también el fiscal. Está por ver quién puede hacer de juez.

La mejor prueba de que la corrupción de la FIFA es estructural la tenemos en que su presidente, el incombustible Joseph Blatter, ha sido reelegido por quinta vez, prácticamente por unanimidad. Es la mejor forma que tienen los corruptos de protegerse. Todos para uno y uno para todos.

Los sobornos habrían pasado inadvertidos si no fuera porque esta vez han servido para llevar el campeonato mundial de fútbol a Rusia. Se abre un nuevo episodio de la latente “guerra fría” entre Rusia y USA.

A todas estas, nada sabemos de los representantes españoles en la FIFA o en su versión europea. De momento les protege la inefable “presunción de inocencia”. La opinión pública española empieza a sospechar que quizá en el Comité Olímpico Internacional se haya cultivado el mismo clima de taimada corrupción de altos vuelos. Se trata de organizaciones aparentemente democráticas en las que pesan mucho los intereses políticos de los respectivos países. Es inútil pedir justicia en este campo, pues realmente no hay una autoridad mundial sobre el particular. Los autoproclamados “tribunales internacionales” no son tales, pues no hay un poder ejecutivo detrás. Da risa pensar que la ONU pueda ejercer de tal.

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