Ni una mujer menos, ni un machista más
Las fotos son elocuentes: la mayoría de los carteles y pancartas fueron hechas a mano por sus portadores, muchas con la potente frase que convocaba, pero también con una reivindicación del derecho de las mujeres, que no debe ser ni un gramo más ni un centímetro menos que el derecho de los hombres.
Las fotos son elocuentes: la mayoría de los carteles y pancartas fueron hechas a mano por sus portadores, muchas con la potente frase que convocaba, pero también con una reivindicación del derecho de las mujeres, que no debe ser ni un gramo más ni un centímetro menos que el derecho de los hombres.
En un país políticamente partido por la mitad, esta semana ocurrió algo asombroso. Frente al Congreso en Buenos Aires, la tarde de este miércoles no se manifestaron ni los defensores ni los detractores de Cristina Fernández de Kirchner. Más de 100.000 personas llenaron las calles del centro de la capital argentina (y otras tantas en más de cien ciudades del país) para decirle basta a la violencia contra las mujeres.
Las fotos son elocuentes: la mayoría de los carteles y pancartas fueron hechas a mano por sus portadores, muchas con la potente frase que convocaba (“Ni una menos”) pero también con una reivindicación del derecho de las mujeres, que no debe ser ni un gramo más ni un centímetro menos que el derecho de los hombres. Muchas camisetas pintadas con expresiones de orgullo, de la rebeldía del que no soporta más. “¡Dejen de matarnos!”
Los datos de ONG Casa Encuentro que cita el diario El País son demoledores: mientras que en España, con 46 millones de habitantes, el año pasado fueron asesinadas por sus parejas y ex parejas 51 mujeres, en Argentina, con 43 millones, fueron 277 asesinadas. Una cada 30 horas.
La muerte de una chica embarazada de 14 años a manos de su novio de 16 fue el detonante. Pero las caras y los nombres de las víctimas que se sucedían en pancartas en la marcha, algunas anónimas y otras que habían llenado tapas de diarios en los últimos años, muestran que el problema viene de lejos.
Marchaban mujeres y hombres, nietas y abuelos, grupos de amigos y parejas, y por un día, defendiendo los derechos básicos de más de la mitad de la población, el país entero comprendió que en una sociedad democrática la vida no puede ser miedo y sufrimiento para la mitad de la población.
En discursos, artículos en medios, mensajes en redes sociales, se repetía la importancia de la educación. El mensaje fue claro: la falta de respeto a la mujer es el comienzo de la degradación. De los miles de cartulinas pintadas con marcador y pegadas a un palo, me quedo con uno que llevaba un niño sonriente correteando por la avenida. Decía: “Mi mamá no cría ni machos ni sumisas”.