De lo crucial e inevitable
Basta ya de mentiras. Ese tiempo que se le agota a Grecia no es algo inevitable, no es una situación de orden natural imposible de manejar, es un tiempo establecido por una persona, ya sea de Bruselas, del Banco Central, del Fondo Monetario Internacional o de todos ellos juntos, y, por lo tanto, se trata de un tiempo perfectamente manipulable.
Basta ya de mentiras. Ese tiempo que se le agota a Grecia no es algo inevitable, no es una situación de orden natural imposible de manejar, es un tiempo establecido por una persona, ya sea de Bruselas, del Banco Central, del Fondo Monetario Internacional o de todos ellos juntos, y, por lo tanto, se trata de un tiempo perfectamente manipulable.
“Semana crucial para Grecia”, “Grecia tensa el pulso a Europa”, “No hay alternativa para Grecia”. ¿Cuántas veces hemos oído o leído titulares como estos? Será complicado llegar a conocer la realidad de lo que ocurre en esas negociaciones, pero sí que al menos están sirviendo para conocer hasta dónde son capaces de estirarse los adjetivos por parte de la prensa generalista y los poderes fácticos para dibujar una situación de extrema gravedad dónde quizás no la haya. Así, se nos bombardea con mensajes del estilo “se agota el tiempo para Grecia”, como si fuese algo inevitable, como si estuviésemos viendo la famosa puerta de Indiana Jones que baja descontroladamente sin darle tiempo a éste casi ni a coger su sombrero, como si se tratase del tsunami que va a dar contra la costa y acabar con todos los bañistas y frente a lo que no hay otra posibilidad que tratar de huir o aceptar el golpe.
Basta ya de mentiras. Ese tiempo que se le agota a Grecia no es algo inevitable, no es una situación de orden natural imposible de manejar, es un tiempo establecido por una persona, ya sea de Bruselas, del Banco Central, del Fondo Monetario Internacional o de todos ellos juntos, y, por lo tanto, se trata de un tiempo perfectamente manipulable. Ninguna semana es decisiva, ni crucial. Además, es una estrategia poco inteligente, pues los ciudadanos empezarán a comprenderlo cuando se den cuenta de que llevan meses escuchando que comienza una semana decisiva, y después de dicha semana, no ocurre nada.
La prensa de titular está consiguiendo devaluar los adjetivos por sobreutilización. Urge un plan de recuperación no sólo de las economías de países como Grecia (o España), sino del vocabulario, la gramática y la sintaxis del miedo utilizada en el sector periodístico y en todas las instituciones y líderes de opinión que comunican al ciudadano, pues están siendo responsables del descrédito de sus lectores ante sus noticias. Y es que dos mil quinientos años después de que Sócrates disertara por esas mismas tierras, el lenguaje de periódicos, radio y televisión ha logrado que la única certeza que nos quede sea parafrasear al gran filósofo: “Sólo sé que no sé nada”.