Arturo Ui y el periodismo injusto
Pablo Iglesias compareció en RTVE como si ya fuera el dueño de aquello. Cierto es que siempre deja claro que desprecia a los medios que no funcionan como lo harán cuando sea él quien mande.
Pablo Iglesias compareció en RTVE como si ya fuera el dueño de aquello. Cierto es que siempre deja claro que desprecia a los medios que no funcionan como lo harán cuando sea él quien mande.
Pablo Iglesias tiene una relación especial con Radio Televisión Española. Durante cierto tiempo, llegar a dirigir esa casa era su sueño más atrevido. Se veía como gran jefe de la gran máquina de propaganda de un Gobierno de izquierdas, de izquierdas de verdad. Un gobierno que comenzaría la transformación del Estado por donde debe empezar, por concentrar los medios de comunicación en manos del pueblo representado por el poder del Estado y arrebatárselo a las manos privadas capitalistas que con sus medios que defienden intereses privados siempre manipulan la verdad en contra del poder popular. Por eso, siempre que se le ha preguntado antes de las elecciones al parlamento europeo en 2014, Pablo Iglesias ha respondido que los medios de comunicación deben estar todos en manos públicas y ninguno en manos privadas. El hecho de que, con su irresistible ascensión como Arturo Ui de las televisiones privadas, no haya repetido este principio estratégico no quiere decir que lo haya abandonado sino que no procede en estos momentos hablar de ello. En cada momento su afán. Y no es momento, como bien han dicho todos ellos, los miembros del núcleo duro de Podemos, de anunciar pasos para los que aun no se está preparado. Como no lo es de hablar de Lenin ni de la nacionalización de los medios de comunicación privados que tanto ayudan al proyecto totalitario de Podemos a acercarse al poder y ocupar de hecho ya parcelas muy importantes del mismo.
Lo cierto es que a los enemigos de este proyecto dictatorial que es Podemos nos entran a veces ganas de presenciar un instante de su victoria solo por ver como despojan de sus propiedades a los canallas codiciosos dueños de las cadenas privadas que traicionan tan vilmente al Estado de derecho y a la democracia.
Dicho esto, Pablo Iglesias compareció en RTVE como si ya fuera el dueño de aquello. Cierto es que siempre deja claro que desprecia a los medios que no funcionan como lo harán cuando sea él quien mande. Cuando mande, a través de él, “la gente”, que es ese fantasmal cuerpo al que siempre se refiere ya para hablar de quienes se “empoderarán” cuando lleguen al poder. El propio Iglesias habla de “populismo plebeyo” de izquierdas. Se puede calificar con más exactitud de fascismo puro. Fascismo de izquierdas, como siempre ha sido en sus inicios el fascismo.
Aparte del trato a las empresas privadas de comunicación y a los entes públicos, hay otro fenómeno que debería haber despertado más alarma entre los demócratas españoles mínimamente avisados. Y es el trato que otorgan Iglesias y sus camaradas, en esto perfectos sicarios, a los diferentes periodistas. Iglesias desprecia a la prensa siempre. Como ahora cuando miente sobre fallos de traducción en la interpretación de sus palabras sobre ETA. Quienes hemos leído el artículo tan memo como amenazante del New Left Review en inglés, hemos visto aparte de la cursilería infinita de un semiculto petulante, lo que dice de ETA y sus “prisioneros”.
En mi libro “Días de ira” (Editorial La Esfera de los Libros) escribo ampliamente sobre el lamentable estado de la profesional periodística en España y del grado de intoxicación ideológica y veneno doctrinario en la formación de los periodistas desde hace lustros. Mutilados por una formación de consignas ideológicas y paupérrima en conocimiento y cultura, los periodistas son en gran parte ya militantes naturales de Podemos o cualquier extremismo de izquierdas según salen de las facultades. Es a los periodistas distintos, a los del “ancien regime”, a los que no se adhieren con entusiasmo a los mitines de Iglesias y no aplauden en las conferencias de prensa del partido, a los que hay que demostrar que hay un cambio de era que les atañe de forma directa y brutal. De ahí que en ningún momento hayan evitado Iglesias, Bescansa, Errejon o Monedero los choques frontales con periodistas discrepantes. Y que no hayan dudado en amenazarlos de una forma u otra. No hablo ya de mi caso, que a muchos de Podemos obsesiona como unos cuantos pocos más. Ese ha llevado a algunos dirigentes suyos incluso a llamar a acciones violentas como el bullying e incita a sus seguidores a pararme por la calle y preguntar que cuando hago las maletas y que por qué aun no estoy en el exilio.
El hostigamiento a los periodistas que más se significan en denunciar a Podemos ha alcanzado cotas desconocidas en las democracias europeas. Y en la española. Jamás desde la muerte de Franco ha habido un partido que se enfrente de forma abierta y sin escrúpulo alguno como Podemos a los periodistas que no le son amables o sumisos. Salvo que se incluya a ETA. Pablo Iglesias no desprecia a los periodistas como Mariano Rajoy. Iglesias tiene vocación y planes nada ocultos de controlar a la prensa. Y su forma de intimidar ya ahora solo hace adivinar los métodos a los que recurrirá, si llega a tener el poder ejecutivo, para evitar ser “injustamente” tratado. Por el bien de las libertades, no solo de la de prensa, en toda España, espero que los españoles no tengamos que verlo.