THE OBJECTIVE
Marta Garcia Bruno

Las ascuas

Murió esa misma noche de San Juan hace cinco años. Sólo dejó una nota: “Lo siento, perdí el control”. Pero su familia le achacó a ella que se tirara por un puente.

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Las ascuas

Murió esa misma noche de San Juan hace cinco años. Sólo dejó una nota: “Lo siento, perdí el control”. Pero su familia le achacó a ella que se tirara por un puente.

El reloj marcaba las 12. Y el encendido de las hogueras no sólo convertía aquella noche en la más mágica del año, sino en una nocturnidad donde las ascuas se llevaban lo peor de los anteriores doce meses. Casa año desde hace cinco repetía la misma tradición. Pero ni las llamas de San Juan derretían la situación de desesperación en la que vivía desde que murió su marido, repleto de deudas. 

Murió para amargarle la vida, o porque el destino sólo le esperaba ese final. Con tres hijos, sin dinero, tantas deudas, alguna estafa, y juegos que había heredado ella misma en nombre de amenaza. Una vida repleta de dinero que de la noche a la mañana se había esfumado. De las riquezas, noches de piscina, risas y alcohol a abogados y asesores que no sirvieron de nada sino para pagarles. 

Murió esa misma noche de San Juan hace cinco años. Sólo dejó una nota: “Lo siento, perdí el control”. Pero su familia le achacó a ella que se tirara por un puente. “Es que le perdía la ambición”, “no trabajaba pero el dinero le duraba dos días en el bolsillo” “tanto derroche y esos niños tan abandonados”. En realidad lo soportó en vida, pero ahora tras su muerte se multiplicó. Su familia desaparecida, sólo quedaba la de su difunto marido. Que estaba dispuesta a machacarla hasta que corriera la misma suerte que él. 

Y los niños. Pobres de ellos que tuvieron que sufrir la amargura de una madre destrozada que asumió que ella también había perdido el control del maldito dinero que nos hizo a todos ricos. Pero que a ella le habían convertido de rica a pobre, sin pasar por la clase media, de chalet en Montepríncipe a alquiler social en Carabanchel. Y da gracias. 

Los políticos fueron los que menos la ayudaron. Le prometieron el oro, ella se lo gastó y los nuevos tan sólo le vendían la promoción del antidesahucio, que por cierto se ejecutó. En su última noche de San Juan dejó escrito en una nota: “Lo siento, perdí el control”. Las ascuas se llevaron el sentimiento de culpa. Los antidepresivos se la llevaron a ella esa misma madrugada. Los niños, ay esos niños. Nadie los recuperará. 

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