Democracia en peligro de extinción
¿Qué se espera que haga una población que en los últimos años ha estado sometida a unos crueles recortes que la ha empobrecido hasta niveles difícilmente asumibles?
¿Qué se espera que haga una población que en los últimos años ha estado sometida a unos crueles recortes que la ha empobrecido hasta niveles difícilmente asumibles?
Tsipras propone un referéndum a sus ciudadanos sobre las medidas que Europa quiere imponerles, y tanto Bruselas como los medios de comunicación nos trasladan que es un acto de radicalidad, una subversión imposible de admitir. Hemos llegado a un nivel de convivencia con la lejanía democrática tan alto que la máxima expresión de la democracia, preguntar a los ciudadanos, es considerado algo horrible. Así nos lo han estado presentando con la consulta catalana, con un posible nuevo referéndum sobre nuestra propia Constitución, y ahora, con lo que está sucediendo en Grecia.
¿Qué se espera que haga una población que en los últimos años ha estado sometida a unos crueles recortes que la ha empobrecido hasta niveles difícilmente asumibles? Atendiendo a los últimos años, resulta difícil para el ciudadano griego identificar a la Unión Europea como una institución amiga que está ahí para ayudarles, ¿hasta dónde pensábamos que iba a poder llegar Europa sin que el interior del “hombre rebelde” del que hablaba Camus respondiese negándose a ser oprimido?
Desde la lejanía observamos el conflicto como suele ocurrir con la mayoría de sucesos en los que la democracia trata de enfrentarse a los poderes financieros: a través de tertulias, portadas de periódicos y artículos de opinión en medios generalistas en los que continuamente la única idea que se traslada es la repetición incesante de conceptos como caos, abismo o miedo. Y es que parecen obviar que la misma Unión Europea y los mismos partidos griegos a los que defienden y que hoy hacen frente común en contra del referéndum son los mismos que permitieron la aplicación de políticas que trajeron consigo el ascenso de su deuda en 2014 hasta el 185% de su PIB. Parece que aunque las medidas que siguieron no diesen resultado, hubiese que seguirlas ciegamente basándose en un único mantra: “no aplicarlas les dirigirá al abismo”.
Quizás el referéndum no es más que un grito de una población que no puede aguantar más, unos ciudadanos que dicen a Europa que ya está bien de propagar miedo, que ellos llevan ya mucho tiempo conviviendo con el caos, y que los ciudadanos, aunque a veces lo parezcamos, no somos tontos. Si algo tan democrático como conocer la opinión de un pueblo resulta malo para los mercados, es que algo estamos haciendo rematadamente mal.