Regresó la democracia a Grecia
Un referéndum, una consulta como en las viejas ágoras, no sólo es lo más sensato sino lo más legítimo que puede desarrollar un gobierno que se digne ser democrático.
Un referéndum, una consulta como en las viejas ágoras, no sólo es lo más sensato sino lo más legítimo que puede desarrollar un gobierno que se digne ser democrático.
La democracia griega vuelve a sus orígenes. El poder del pueblo reformulado y adaptado al siglo XXI en términos reales es el reto y eso molesta a la Unión Europea, que no comprende y que, de hecho, insiste en negar: la necesidad de consultar al pueblo griego sobre algo que le atañe de manera directa.
Las deshumanizada exigencia del pago de la deuda griega al FMI y las condiciones que se fijan para poder optar a nuevos financiamientos han sido denunciadas hasta por el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz como indignantes. Sin embargo, la troika insiste en que el gobierno de Tsipras desangre a su pueblo en nombre de un espíritu europeo.
Un referéndum, una consulta como en las viejas ágoras, no sólo es lo más sensato sino lo más legítimo que puede desarrollar un gobierno que se digne ser democrático, aplicando el sentido de córresponsabilidad en las decisiones participativas y protagónicas. Esto, según el gobierno griego, no implica abandonar la negociación sino negar democráticamente unas condiciones que sólo el pueblo que las va a padecer puede decidir si aceptar.
Mientras, los banqueros, los acreedores, aquellos que no viven de su trabajo sino del trabajo de otros, esperan sedientos la sangre de aquellos que no tienen más nada que dar. El pueblo de Grecia no sólo tiene el derecho a decidir su destino, además tiene la obligación, como cuna de la democracia de actualizar los términos de la misma y dar el ejemplo de su natural esencia.