El exterminio
Veamos. Desde hace una semana cubro el inminente desalojo de más de mil comerciantes informales en el mercado de mi ciudad, Piura. La tensión, el pánico y el recelo cunden en cada esquina.
Veamos. Desde hace una semana cubro el inminente desalojo de más de mil comerciantes informales en el mercado de mi ciudad, Piura. La tensión, el pánico y el recelo cunden en cada esquina.
Muchas veces esta es la palabra que puede simbolizar un momento: exterminio. La sociedad misma se ensalza en un exterminio desmesurado, en esa mermelada de la barbarie cuando (poco a poco, uno no sabe cuándo) el desorden y la informalidad ganan terreno y luego ya lo tienen en la punta de los pies. Esto también es exterminar.
Veamos. Desde hace una semana cubro el inminente desalojo de más de mil comerciantes informales en el mercado de mi ciudad, Piura. La tensión, el pánico y el recelo cunden en cada esquina. Pero el problema migra hacia el terreno de lo sucio, lo desordenado, lo caótico siempre que la misma autoridad de hace 30 años permitió esta forma cierta de exterminio social.
Un tipo de exterminio tenaz y premeditado que no quiere irse, que está allí soplando el cuello, un mismo y destructivo exterminio como el que se ha vivido en Chad o lo que se aprecia en Yemen. ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién puede solucionarlo? Aunque lleguen dos mil efectivos policiales al mercado de Piura o se fusile a los asesinos de Boko Haram, el bicho del exterminio siempre anda por allí, meditando, esperando, susurrando males desde cada resquicio de nuestros actos y decisiones.