La hola de calor
La gran discusión es si la actual ola de calor es o no un síntoma del calentamiento global. Se trata de una hipótesis grandiosa que requeriría haber compilado datos de toda la superficie de la Tierra (mayormente marítima) durante los últimos siglos. No los tenemos.
La gran discusión es si la actual ola de calor es o no un síntoma del calentamiento global. Se trata de una hipótesis grandiosa que requeriría haber compilado datos de toda la superficie de la Tierra (mayormente marítima) durante los últimos siglos. No los tenemos.
El calor o el frío del ambiente ?el término pedante es “climatología”? se convierte en un excelente tema de conversación intrascendente. No son muchos más los que incorporan la cualidad de llegar fácilmente a un acuerdo. Tanto es así que, en lugar de la actual ola de calor, podríamos hablar de “hola de calor”. En efecto, el comentario sobre el calor o la calor que hace se ha convertido en un simpático saludo. Es el que sigue a la exclamación “¡hola!”. No es posible discrepar de tan amistoso reconocimiento.
Un efecto común a todas las olas de calor es el comentario de que la actual es siempre la más exagerada. Pasa lo mismo con los fríos, las nevadas, las inundaciones y todos los demás meteoros. El comentario tópico es que “los más viejos del lugar no recuerdan haber visto una cosa así en toda la vida”. Pero la memoria es flaca. Bien es verdad que disponemos de datos de los observatorios meteorológicos, pero tampoco había tantos hace un siglo. La evolución de los incidentes atmosféricos requiere mediciones seculares que no tenemos.
La gran discusión es si la actual ola de calor es o no un síntoma del “calentamiento global”. Se trata de una hipótesis grandiosa que requeriría haber compilado datos de toda la superficie de la Tierra (mayormente marítima) durante los últimos siglos. No los tenemos. Solo sabemos de modo aproximado que el hemisferio Norte se está calentando paulatinamente desde el siglo XVIII. No se ha demostrado que sea un efecto de la industria y la urbanización. Por fin encontramos una polémica para animar las conversaciones cotidianas. Pero, cuidado. En las democracias actuales se puede criticar a todo el mundo, menos a los ecologistas de todos los partidos.