Méjico y el "Chapo" Guzmán

Es un show. Las autoridades muestran los videos del «Chapo» Guzmán en los instantes previos a su fuga de prisión y en paralelo se filtran dos fotos del capo de los capos. Un show deprimente en Méjico, un Estado fallido en el que los mafiosos lo pueden todo.

Es un show. Las autoridades muestran los videos del «Chapo» Guzmán en los instantes previos a su fuga de prisión y en paralelo se filtran dos fotos del capo de los capos. En una se le ve sentado en un avión volando alto y en otra bebiendo una cerveza. Un show deprimente en Méjico, un Estado fallido en el que los mafiosos lo pueden todo.

Y desde pequeñitos muchos aprenden de que va la cosa allí. Hace un año se emitió una entrevista con un niño de 8 años que había asesinado a un matrimonio mientras dormía. Tenía la cabeza agachada. Le preguntaban los policías por qué había entrado a la casa a robar y qué necesidad tenía de matarles. El chico hablaba con la vergüenza lógica del pequeño que sabe que ha hecho algo mal. Casi no podía articular palabra y dibujaba una sonrisa confusa.

Explicaba que su familia no tenía dinero y que por eso el tenía que robar. Le insistían en preguntarle por qué tenía que matarlos. Y el se encogía de hombros, quizá no tanto por desconocer el por qué sino por no entender cómo le estaban haciendo esa pregunta que el debía creer impropia. Porque en su entorno este tipo de cosas terminan siempre así.

Para terminar, le lanzaron una pregunta sencilla: «¿Y tú qué quieres ser de mayor?». Entonces el chico levantó la cabeza, y con una sonrisa en los labios respondió seguro y firme: «Yo, sicario del Chapo Guzmán». Pues eso. Eso es Méjico. Un drama al que no se le ve solución. Un desastre. Un horror.