En son de paz
El precio lo pagamos todos, como con Grecia, cortesía de pertenecer a esa enorme familia, española y europea. Ayer soportamos de nuevo el ridículo de un insensato español insultándose asimismo. Vengo a robarte lo tuyo, sonriendo… y en son en paz».
El precio lo pagamos todos, como con Grecia, cortesía de pertenecer a esa enorme familia, española y europea. Ayer soportamos de nuevo el ridículo de un insensato español insultándose asimismo. Vengo a robarte lo tuyo, sonriendo… y en son en paz».
La frase la hicieron famosa aquellos westerns que monopolizaron la feliz infancia de tantos españoles, pronunciada siempre por los emplumados sioux cuando, preparados para la guerra, pretendían antes parlamentar. Los yankees, por supuesto los corrían siempre a gorrazos. Aquello paso a conocerse como “hacer el indio”.
Ayer, Arturo Mas, envuelto en “la Cubana” americana, visitó Madrid para hacer de nuevo el indio. Nuestro Tsipras local, en su ruinosa huida hacia adelante vino hablando de afrentas e independencias, sin dineros ni fechas, ejércitos, prestigio ni ley que le ampare, agotado su seny y el apoyo popular.
El saqueo que el «cap Pujol» sometió a “Cataluña la bella” (como título Carlos V) ha dejado en bragas a los catalanes, y aunque la Ferrusola dice no tener ni cinco, pasea sus «enaguas» Mas que bien almidonadas. Manos limpias cifra el saqueo en ferraris y en «enaguas» para doña Marta en 50.000 kilotones del ala.
La cara de D. Felipe fue ayer otra vez un poema. Tras la monumental pitada servida en el Camp Nou rescatado por Franco, y ante la sonriente mueca burlesca de Mas, la hierática frialdad del Rey dignifico una nueva foto que yo creo jamás debió celebrarse, regalos a un visionario de mira corta, rescatado financieramente por España… ni se sabe la de veces.
Grecia pagó un alto precio, no tanto por el robo como por sus devaneos. Cataluña no parece reaccionar, tras décadas de abultada pitanza nacionalista, señalamientos políticos a lo propio, lo español, en un escandaloso y grosero ridículo internacional.
El precio lo pagamos todos, como con Grecia, cortesía de pertenecer a esa enorme familia, española y europea. Ayer soportamos de nuevo el ridículo de un insensato español insultándose a sí mismo.“Vengo a robarte lo tuyo, sonriendo… y en son en paz».