MyTO

Vacaciones de verano

Durante una parte del año dicha realidad se abruma, se repliega, se bate sobre sí misma –pero llegan las tardes de julio doradas, tiránicas, extensas como el tiempo de una vida, y la cosa queda meridianamente clara.

Opinión
  • Filósofo mallorquí­n recalcitrante & taoí­sta lebowskiano. Sus últimos libros son ""Cómo apedrear a un escritor de éxito"" y ""Voladura controlada"" (Ed. Sloper).

Durante una parte del año dicha realidad se abruma, se repliega, se bate sobre sí misma –pero llegan las tardes de julio doradas, tiránicas, extensas como el tiempo de una vida, y la cosa queda meridianamente clara.

Vacaciones viene de “vacar” (cosa que ya lo dice todo); en cambio el verano no viene de ninguna parte. Siempre ha estado ahí, el verano, con su cabeza de libélula y sus amores de fuego. En las altas noches consteladas uno se vence y acaba por entender y rendir la mirada: siempre ha estado ahí el verano, la auténtica naturaleza de las cosas es estival. Durante una parte del año dicha realidad se abruma, se repliega, se bate sobre sí misma –pero llegan las tardes de julio doradas, tiránicas, extensas como el tiempo de una vida, y la cosa queda meridianamente clara.

El verano es tiempo de berenjenas, de modo que no puede haber fallo ahí. ¿Quién necesita ulteriores certidumbres, teniendo junto a sí a una buena berenjena? La Madre Tierra, generalmente disconforme con nuestras chorradas, usa las berenjenas de modo sígnico. Son piedras millares, son aserción, con su negro azulado y luciente, con su nervadura de asperezas ocultas. Uno ha conocido la alegría (esa patita de Dios) en torno a la cocina mallorquina de la berenjena: el tumbet reposado, cumplido, alciónico; la granada de berenjena, como blasón o astrolabio, exacta como la Rueda de los Días; la berenjena rellena y gratinada, donde todo se ha despejado y solo queda la entraña ofrecida, desnuda felicidad saturnal.

Las Vírgenes de los pescadores, los puestos de melones junto a la carretera, los turistas cayendo desde los balcones como albaricoques maduros, los helados de coco y los granizados con su chorrito bueno de ron, las buganvilias sobre las tapias y los pervertidos entre los arbustos, los veleros entre la calima, la tarde demasiado quieta para lujurias o literatura, el vino blanco universal, las calas de un encanto esmeralda, magia del viejo Nereo.