THE OBJECTIVE
Laura Calonge

Amores de verano

Esta cita astronómica me trae a la memoria esas noches de infancia y adolescencia que, estando de vacaciones, uno se reunía con familiares o amigos a contemplar el espectáculo de las estrellas fugaces a cielo abierto. En aquellos años en los que se cerraba por vacaciones el mes de agosto, las ciudades quedaban tan desoladas como aquellos pueblachos del Viejo Oeste donde sólo circulan bolas del desierto y forasteros despistados.

Opinión
Comentarios

Esta cita astronómica me trae a la memoria esas noches de infancia y adolescencia que, estando de vacaciones, uno se reunía con familiares o amigos a contemplar el espectáculo de las estrellas fugaces a cielo abierto. En aquellos años en los que se cerraba por vacaciones el mes de agosto, las ciudades quedaban tan desoladas como aquellos pueblachos del Viejo Oeste donde sólo circulan bolas del desierto y forasteros despistados.

Las Perseidas, la lluvia de estrellas, las lágrimas de San Lorenzo o como queramos llamarlo, es un espectáculo astronómico fantástico que bien vale una tortículis por mirar al cielo. Se pueden contemplar una media de dos estrellas fugaces por minuto y coincide en una noche de agosto, como si formara parte de una obra de Shakespeare, ni más ni menos que el “sueño de una noche de verano”. Esta cita astronómica me trae a la memoria esas noches de infancia y adolescencia que, estando de vacaciones, uno se reunía con familiares o amigos a contemplar el espectáculo de las estrellas fugaces a cielo abierto. En aquellos años en los que se cerraba por vacaciones el mes de agosto, las ciudades quedaban tan desoladas como aquellos pueblachos del Viejo Oeste donde sólo circulan bolas del desierto y forasteros despistados. Lejos de la ciudad, nos sentábamos a contemplar cómo caían las estrellas acomodados en sillas y toallas desde la playa o la montaña, y nos decíamos para nuestros adentros que aún quedaba medio mes de vacaciones por disfrutar.

Los surcos luminosos que recorren, por decenas, este cielo de mediados de agosto me hacen pensar en los amores de verano. Tienen la misma estela romántica e irrumpen como un milagro, alterando la normalidad de una noche cualquiera. Nos provocan una sonrisa, un vuelco en el corazón, encienden nuestros deseos mientras cerramos los ojos, queremos hacer a todos partícipes pregonándolo a viva voz, los demás se apresuran a mirar pero la luz ha pasado y la has disfrutado tú y sólo tú. Tal vez, con suerte, irrumpirán unas cuantas más. Estamos atentos a la brevedad del instante y llueven las estrellas fugaces porque tenemos los ojos más abiertos. Pero siempre hay una más hermosa, luminosa y sorprendente cuya estela tarda horas, días, meses, incluso años en desaparecer. Es más: hay sueños de una noche verano que se siguen soñando toda una vida.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D