THE OBJECTIVE
Leopoldo Abadia

No me gustan las bombas

Conozco personas a las que no les quiere nadie. A veces, presumen de eso, en vez de llorar y de preguntarse: «¿qué he hecho yo para merecerme esto?» Porque si se hicieran esta pregunta tan simple, podría ser que estuvieran dando el primer paso para convertirse en personas normales.

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Conozco personas a las que no les quiere nadie. A veces, presumen de eso, en vez de llorar y de preguntarse: «¿qué he hecho yo para merecerme esto?» Porque si se hicieran esta pregunta tan simple, podría ser que estuvieran dando el primer paso para convertirse en personas normales.

Nunca me gusta comentar noticias de atentados o asesinatos. Me duelen mucho los muertos y me duelen mucho esos salvajes que hace unos años eran unos niños peinaditos que besaban a su mamá al levantarse y que cedían el asiento a las señoras en los autobuses de Bangkok.

Poco a poco -estas cosas no suceden de la noche a la mañana-, empezaron a no decir buenos días a su mamá y a no ceder el asiento a las señoras e, incluso, a poner zancadillas a los de su clase cuando en el recreo jugaban al fútbol.

Un día, le escupieron a uno de los del otro equipo y sucedió lo peor: parte del público, padres de algunos niños, le rieron la gracia y cuando el árbitro le expulsó, se metieron con su madre (la del árbitro, claro).

Algo pasó. Y, al cabo de un tiempo, dos bombas adosadas a un poste eléctrico y a una motocicleta se llevaron por delante a 100 personas, 19 muertas y 81 heridas. 100 personas, cantidad muy superior a la de amigos que tiene uno de estos pájaros, porque a esta gentuza no le quiere nadie.

Conozco personas a las que no les quiere nadie. A veces, presumen de eso, en vez de llorar y de preguntarse: «¿qué he hecho yo para merecerme esto?» Porque si se hicieran esta pregunta tan simple, podría ser que estuvieran dando el primer paso para convertirse en personas normales.

100 personas. A las que este tío no les conocía, personas que no le conocían a él y a las que, quizá, un día se las encontró en el autobús, y, recordando la buena educación que le dio su madre, les cedió el asiento.

100 personas. Es posible que, al volver a la pocilga donde están sus congéneres, alguno le haya felicitado.

Si no se le ha olvidado del todo, algo de la felicitación le sonará mal. Algo le hará dormir intranquilo. Yo no he matado nunca a nadie, pero me parece que si me hubiera cargado a 100, me pasaría la noche en vela.

Aunque me hubiera tragado dos Alprazolam Pensa, 0,5 mg, comprimidos EFG,
que se toman por vía oral y que hay que mantener fuera del alcance y de la vista de los niños.

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