Ricos en fiestas
España tiene todo para ser un país cojonudo: playas, montañas, mar Mediterráneo por aquí, Cantábrico por allá, océano Atlántico por acullá, jamón serrano, aceite de oliva, vino, patatas bravas, un clima agradecido, gente guapa, música, arte, talento, sol y sentido del humor. Tenemos cultura. Una cultura gravada con uno de los impuestos más altos de Europa y menos valorada por sus políticos, una cultura que lucha por sobrevivir, pero que es la base del vivir.
España tiene todo para ser un país cojonudo: playas, montañas, mar Mediterráneo por aquí, Cantábrico por allá, océano Atlántico por acullá, jamón serrano, aceite de oliva, vino, patatas bravas, un clima agradecido, gente guapa, música, arte, talento, sol y sentido del humor. Tenemos cultura. Una cultura gravada con uno de los impuestos más altos de Europa y menos valorada por sus políticos, una cultura que lucha por sobrevivir, pero que es la base del vivir.
España tiene todo para ser un país cojonudo: playas, montañas, mar Mediterráneo por aquí, Cantábrico por allá, océano Atlántico por acullá, jamón serrano, aceite de oliva, vino, patatas bravas, un clima agradecido, gente guapa, música, arte, talento, sol y sentido del humor. Tenemos cultura. Una cultura gravada con uno de los impuestos más altos de Europa y menos valorada por sus políticos, una cultura que lucha por sobrevivir, pero que es la base del vivir. España es uno de los países con mayor abundancia de fiestas locales, aunque para nosotros sea de lo más normal tener un calendario festivo salpicado de Fallas, sanfermines, desfiles de moros y cristianos, baño de tomates o competiciones florales.
La Tomatina, una de las fiestas más refrescantes y fotogénicas del verano, consiste en una tomatada popular en Buñol. Este pequeño pueblo de Valencia, que prepara toneladas de esta hortaliza para su fiesta patronal, queda bañado en un zumo rojo pasión donde los asistentes se revuelcan cual tropezones de gazpacho a la hora del vermú. La fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional desde 2002, se celebra el último miércoles de agosto -el miércoles 26 es la cita de este año- y los asistentes se cuentan por decenas de miles. Inscrita en el Guinness en 2004 por batir el récord de la mayor batalla de comida (125 toneladas de tomate repartidos entre 38.000 participantes), su origen fue una pelea juvenil durante las fiestas patronales de 1945. Los jóvenes fueron arrestados por coger tomates de un puesto de verduras, pero al año siguiente volvieron a la carga para discutir a tomatazo limpio. La batalla fue repitiéndose año tras año como un ritual, hasta que en 1959 se hizo oficial y no ha parado de crecer hasta convertirse en la lluvia de tomates más famosa del mundo.
La gama de celebraciones que se suceden en estas fechas, con sus colores, su comida típica, sus calles engalanadas, es un auténtico privilegio. Un privilegio, sí. Turistas de allende los mares quedan fascinados al descubrir un país pequeño que no se lo acaban en cuanto a diversidad cultural.
“Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos”, que diría Juan del Enzina.