THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

Tolerar chorradas

n Estados Unidos, los exorcismos y otras ridículas ceremonias no son algo raro. Tampoco lo son en Taiwán, donde pueden verse en algunos templos de religión china tradicional. Lo preocupante es que en España, donde el catolicismo adquirió sus más altas cotas de racionalidad material, estas prácticas han vuelto a reaparecer.

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n Estados Unidos, los exorcismos y otras ridículas ceremonias no son algo raro. Tampoco lo son en Taiwán, donde pueden verse en algunos templos de religión china tradicional. Lo preocupante es que en España, donde el catolicismo adquirió sus más altas cotas de racionalidad material, estas prácticas han vuelto a reaparecer.

La nieta de Morgan Freeman muere durante un exorcismo. Lo que evidentemente llama la atención no es el asesinato, ni siquiera el hecho de que la víctima fuese pariente de una leyenda del cine contemporáneo, sino el hecho de que estuviera participando en un exorcismo.

En Estados Unidos, los exorcismos y otras ridículas ceremonias no son algo raro. Tampoco lo son en Taiwán, donde pueden verse en algunos templos de religión china tradicional. Lo preocupante es que en España, donde el catolicismo adquirió sus más altas cotas de racionalidad material, estas prácticas han vuelto a reaparecer. Famoso es ya el Padre Fortea, que ha aparecido en televisión y ha escrito libros defendiendo esta práctica sobre la que históricamente la Iglesia Católica ha sido cuanto menos prudente y más bien escéptica, como demuestra entre otros documentos, el Código Moral Salmaticense. 

El resurgir de los exorcismos es producto de la ignorancia que nos invade y del mercado pletórico de bienes en el que vivimos, cuya analogía con la democracia es notable, y no digamos con el gran supermercado de las religiones, donde cada uno puede elegir las creencias que le de la gana, por muy ridículas que sean, exigiendo además “respeto”.

Las ideologías de mierda que supuran los medios de comunicación, dando publicidad a estas excrecencias antropológicas, y la carencia de categorías científicas y filosóficas del vulgo para abordar estas cuestiones son el campo abonado para la presencia del exorcismo, el vudú y otras tonterías con las que parece que hay que seguir cargando so pena de ser tachado de intolerante, rojillo, comecuras o fascista (que es palabra comodín).

30 años después de la tan cacareada educación en “espíritu crítico” (a saber qué es eso), resulta que el juicio ha de suspenderse frente a la sacrosanta tolerancia, nos pongan delante lo que nos pongan. ¡Ay! 

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