El Niño, el horror
Estos niños muertos, estos cadáveres infantiles varados en la playa turca son una inmensa vergüenza para la humanidad.
Estos niños muertos, estos cadáveres infantiles varados en la playa turca son una inmensa vergüenza para la humanidad.
El niño en la playa no se hace el muerto. El niño en brazos del adulto no se hace el muerto. El niño sirio cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo está muerto. Aparecieron cinco niños muertos en esa playa pero intentaban llegar a la isla griega de Kos. El niño, esos niños, debieran ocupar escaparate en los salones de nuestras casas permanentemente para recordar cada día, cada minuto, la insoportable capacidad de los seres humanos de hacer el mal, de hacernos daño, de destrozarnos entre nosotros. Esas imágenes son la muestra de nuestra maldad, nuestra violencia. El horror en estado puro.
Lo normal a esas edades es ver a los niños en la playa jugando, con sus padres y sus amigos, felices, sonrientes, alegres. Ver a esos cinco niños muertos cuando trataban de huir del espanto sirio descompone el alma. Esos cadáveres varados son un latigazo moral que debiera hacer que los gobernantes despertaran de su molicie intelectual y se pusieran manos a la obra de una vez para resolver este drama. Pero no sucederá. En pocos días nadie se acordará de ellos. Pasarán a ocupar un espacio en la galería de imágenes impactantes. Y nada más.
Solemos decir que queremos dejar a nuestros hijos un mundo mejor. Incluso muchos ciudadanos de todos los países se dejan la piel cada día porque sea así. Muchos seres humanos se esfuerzan en ello anónimamente. Palian en parte el dolor de muchos, pero los problemas de fondo no se resuelven porque la solución depende de quienes tienen en su mano la capacidad de cambiar el rumbo de las cosas. Y esos están demasiado ocupados en las cosas del dinero como para ocuparse de verdad de lo esencial. Somos tan pobres que solo tenemos dinero.
Estos niños muertos, estos cadáveres infantiles varados en la playa turca son una inmensa vergüenza para la humanidad. Yo al menos siento vergüenza de nosotros mismos. Y más aún cuando pienso en la cantidad de cadáveres de niños y adultos que se tragan los mares cada día sin que un reportero freelance llegue a tiempo de hacer bien su trabajo para colocarnos un espejo en el que ver de verdad como somos. ¡Qué horror!