Orden Hospitalaria San Juan de Dios
Las caras de esos niños, mirando con curiosidad y sorpresa el objetivo, mientras arañan algo de comida y cuidados, que personas como los Hermanos de San Juan de Dios les llevan a lugares remotos, lo dicen todo.
Las caras de esos niños, mirando con curiosidad y sorpresa el objetivo, mientras arañan algo de comida y cuidados, que personas como los Hermanos de San Juan de Dios les llevan a lugares remotos, lo dicen todo.
Con la concesión del Premio Princesa de Asturias 2015 de la Concordia a la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, no solo se ha hecho justicia a una organización católica que lleva casi 500 años dedicándose a los demás sin ánimo de lucro en España y en otros lugares del mundo, ¡más vale tarde que nunca¡ sino que el propio premio se dignifica a si mismo al poner en primera línea de las “noticias” “que nos alimentan cada día” a los desheredados del mundo, a aquellos que nada tienen, nada esperan y están a expensas de la caridad del mundo rico.
Como efecto colateral de este Premio algunos oirán por primera vez el nombre San Juan de Dios, un hombre sencillo que hace cientos de años en una España recién nacida, se dedicó sin paliativos a los enfermos, desvalidos, abandonados, locos y cualquiera que necesitara su ayuda.
Y es que hay organizaciones que llevan el silencio como norma de vida, huyen de los medios de comunicación “como alma que lleva el diablo” y materializan en el siglo XXI la máxima evangélica “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”, justo lo contrario que la mayoría de nosotros, que nos deslumbran las bambalinas y hemos hecho de nuestro Yo el centro del universo.
Las caras de esos niños, mirando con curiosidad y sorpresa el objetivo, mientras arañan algo de comida y cuidados, que personas como los Hermanos de San Juan de Dios les llevan a lugares remotos, lo dicen todo.
Hace apenas 24 horas en una rueda de prensa improvisada, la Orden de San Juan de Dios han puesto encima de la mesa la indignación por lo que está ocurriendo con la emigración, y por supuesto ya han asignado el destino del Premio, esos mismos niños que nos miran desde el otro lado de la cámara.