Qué bello es vivir
Después de miles de kilómetros; de muchísimas lágrimas; de haber sacado fuerza de las mismísimas entrañas, aunque solo fuera por sus hijos, podía celebrar pisar una tierra que no escondía la muerte en cada rincón.
Después de miles de kilómetros; de muchísimas lágrimas; de haber sacado fuerza de las mismísimas entrañas, aunque solo fuera por sus hijos, podía celebrar pisar una tierra que no escondía la muerte en cada rincón.
La semana pasada hablaba de la foto del bebé sirio ahogado. Hoy vuelvo a hablar de sirios, de la familia de Laith Majid concretamente, pero en un contexto, afortunadamente, muy distinto. Su llegada a la isla griega de Kos fue retratada fotográficamente y dio la vuelta al mundo. Después de miles de kilómetros; de muchísimas lágrimas; de haber sacado fuerza de las mismísimas entrañas, aunque solo fuera por sus hijos, podía “celebrar” pisar una tierra que no escondía la muerte en cada rincón.
Su cara, reveladora de una gran emoción, se entremezclaba con la nostalgia de haber tenido que abandonar de forma obligada la que era, y siempre será, su patria. Asimismo, aparecía abrazado a sus hijos pequeños. Los hijos: ese gran motivo por el que todo padre lucha hasta el último suspiro…
Ahora esta familia siria está en Alemania, concretamente en Berlín. Sanos y salvos. Recordando qué es vivir en paz. Soñando con que la sonrisa no vuelva a borrarse de sus rostros. Rezando para que sus compatriotas consigan lo mismo que ellos. Agradeciendo a todo aquel que le ayudó. Aprendiendo a vivir de nuevo. Y es que, señores, la vida lo es todo… Y nadie puede arrebatárnosla. O al menos nadie debería tener la potestad de hacerlo.
“Nunca existió una buena guerra ni una mala paz”. Benjamin Franklin.