La Monarquía consolidada
Las dudas acerca de si el apego de los españoles por la Monarquía respondía más al juancarlismo entendido como una corriente sociológica en la que primaba la personalidad del Rey don Juan Carlos sobre la institución que a la propia Corona y sus representantes se ha diluido con el paso del tiempo.
Las dudas acerca de si el apego de los españoles por la Monarquía respondía más al juancarlismo entendido como una corriente sociológica en la que primaba la personalidad del Rey don Juan Carlos sobre la institución que a la propia Corona y sus representantes se ha diluido con el paso del tiempo.
En tiempos convulsos y llenos de incertidumbres políticas, la Corona se ha alzado como un ejemplo institucional a seguir. La institución ha sabido darse continuidad a sí misma sin caer en tentaciones solipsistas. Mantiene una conversación constante y abierta con los españoles. Se ha adaptado a las demandas de la época que vivimos a la vez que conserva y transmite las tradiciones propias de la institución.
Ha superado la animadversión que generó entre algunos españoles y ha sido capaz de cerrar – y superar – un debate que algunos “aprendices de político” intentaron sembrar sobre determinados vectores de la sociedad española y que afectaba directamente a la forma política del Estado.
Las dudas acerca de si el apego de los españoles por la Monarquía respondía más al juancarlismo – entendido como una corriente sociológica en la que primaba la personalidad del Rey don Juan Carlos sobre la institución – que a la propia Corona y sus representantes se ha diluido con el paso del tiempo. Los españoles desencantados se han rendido ante el buen ejercicio constitucional del Jefe del Estado, su Majestad el Rey Felipe VI.
La sucesión de la Corona lejos de poner en riesgo la misma institución ha sido clave para su consolidación. La Monarquía se ha consolidado y lo ha hecho con éxito. Los actos, visitas, discursos así como la aceptación de los españoles hacia la institución dan fe de ello.
La Monarquía primero se hizo inteligible al hacer comprensible su razón y lógica de ser, luego necesaria al demostrar – como escribe Tom Burns Marañón en su libro La Monarquía necesaria – “tener un incalculable uso a la hora de arbitrar y moderar la convivencia entre los españoles y el progreso y bienestar de España” y hoy, además de inteligible y necesaria, consolidada plenamente dando continuidad a la Historia de España.