Cataluña, la gran putada

Dónde quedará la Barcelona golfa, la dama libertina donde las chicas traducían a Malraux y se emborrachaban deprisa; dónde la tierra perezosa y cruel de Gimferrer el alejandrino, de Barral y Biedma, de las clases de José María Valverde a las seis de la tarde; dónde el chiringuito de González-Ruano o la ermita de Eugenio D’Ors, dónde el run-run violento del Poble Nou, con sus quinquis de leyenda, dónde Tete Montoliu en el Jamboree o el espléndido franquismo catalán.

Ahora que la Cataluña histórica va siendo sustituída por la Cataluña histérica, algunos miramos por el retrovisor y sentimos que se nos robó el corazón.

Dónde quedará la Barcelona golfa, la dama libertina donde las chicas traducían a Malraux y se emborrachaban deprisa; dónde la tierra perezosa y cruel de Gimferrer el alejandrino, de Barral y Biedma, de las clases de José María Valverde a las seis de la tarde; dónde el chiringuito de González-Ruano o la ermita de Eugenio D’Ors, dónde el run-run violento del Poble Nou, con sus quinquis de leyenda, dónde Tete Montoliu en el Jamboree o el espléndido franquismo catalán.

Todo ha sido tan ridículo ¿Cómo han conseguido el triunfo los que se dicen triunfadores? El independentismo aunado ha ofrecido al tal Romeva, calvo con pinta de glande, abocinado, gesticulante a medias. Las CUP han tenido la decencia de ir por libre y presentar a Baños, que se lo tomaba todo un poco a cachondeo, como debe ser, y decía tacos en las entrevistas. El PSC, a base de no existir, ha servido al inexistente Iceta, con su barriguita de monaguillo, mientras el PP ha confiado en un buen tipo con cara de tarugo y discurso tropezado (al parecer, un magnífico candidato). A falta de la monja Forcades, la Juana de Arco con humores de aduanera soviética, la hereje plomazo caída de Montserrat en avalancha, la cuota femenina ha sido cubierta por la dulce Arrimadas, guapa, solvente e innecesaria, perdida en las pulcras cimas de la fotogenia. El conglomerado podemita ha venido encabezado por un señor maduro, patatuno, que no se sabe qué hace ahí.

Esto es, por lo visto, lo que tenemos a partir de ahora, pase lo que pase. Irnos al carajo de la mano de estos subcretinos de riñones de menta, mocasines baratos y visión burbujeante. Todo lo amado y compartido, todo lo ganado y perdido, estos tipos lo trocearán y lo servirán en salsa de banderita, para que una entera generación se malgaste gritando y braceando bajo las estrellas.