El misterio de los eclipses
Siempre me ha fascinado el hecho, constante en tantas culturas, de que la predicción de los eclipses fuera el conocimiento científico previo a cualquier otro. Acaso constituyó la primera regularidad que observó el hombre en la naturaleza.
Siempre me ha fascinado el hecho, constante en tantas culturas, de que la predicción de los eclipses fuera el conocimiento científico previo a cualquier otro. Acaso constituyó la primera regularidad que observó el hombre en la naturaleza.
Siempre me ha fascinado el hecho, constante en tantas culturas, de que la predicción de los eclipses fuera el conocimiento científico previo a cualquier otro. Acaso constituyó la primera regularidad que observó el hombre en la naturaleza. Si el movimiento de los astros era previsible, ahí se abría el camino para dominar el mundo.
En las memorias de Alvar Núñez Cabeza de Vaca se cuenta que una vez los intrépidos exploradores españoles estuvieron a punto de ser aniquilados por los fieros indígenas de Florida. Les salvó precisamente su conocimiento de los movimientos del Sol, la Luna y la Tierra. El adelantado español dijo a sus captores que el Sol se oscurecería al día siguiente como castigo por haber sido hechos prisioneros de los indios. La predicción del eclipse se cumplió inexorablemente ante el asombro de los indígenas. Los españoles fueron puestos en libertad y recibieron toda clase de honores. Era todo un símbolo del triunfo de la racionalidad europea frente al conocimiento mítico.
Todavía hoy el hecho de los eclipses sigue maravillando a las gentes sencillas. No es tanto que tengan lugar, sino que se puedan prever con total precisión. Siguen siendo el símbolo y el germen del conocimiento científico. Miles de años antes de que los europeos dominaran las leyes de la Física, los babilonios y los egipcios observaron ya la regularidad de los movimientos de los astros cercanos. Durante mucho tiempo más, el Sol, la Luna y los otros planetas siguieron siendo dioses; tanta era su influencia sobre la vida de la naturaleza y la del hombre. Seguimos escribiéndolos con mayúscula, como reconocimiento del respeto que nos merecen.
El mito bíblico de Josué parando el Sol para que le diera tiempo a concluir la batalla seguramente fue otra historia relacionada con los eclipses. Ahora sabemos que todos los astros del universo están en permanente movimiento.