De Transgresor a Rock-Star
Luces, cámara… ¡acción! Comienza el espectáculo. Sobre el escenario destellos de neón. Denso vapor de humo. Sintetizadores y guitarras eléctricas. Volumen ensordecedor. De repente llega el resplandor. Un halo de luz blanca que desciende desde las alturas. Asegurado con arneses y con la pura delicadeza de una etérea bailarina. «Con todos ustedes: el Papa Francisco.
Luces, cámara… ¡acción! Comienza el espectáculo. Sobre el escenario destellos de neón. Denso vapor de humo. Sintetizadores y guitarras eléctricas. Volumen ensordecedor. De repente llega el resplandor. Un halo de luz blanca que desciende desde las alturas. Asegurado con arneses y con la pura delicadeza de una etérea bailarina. «Con todos ustedes: el Papa Francisco.
Luces, cámara… ¡acción! Sobre el escenario destellos de neón. Denso vapor de humo. Sintetizadores y guitarras eléctricas. Volumen ensordecedor. De repente llega el resplandor. Un halo de luz blanca que desciende desde las alturas. Asegurado con arneses y con la pura delicadeza de una etérea bailarina. «Con todos ustedes: el Papa Francisco. El nuevo rockero». ¡Qué comience el espectáculo!
En realidad, no creo que lleguemos nunca a ver así al Sumo Pontífice. Sería «demasiado» transgresor. Aunque él ya lo es. Lo ha demostrado. Lo exhibe allá donde va. Y a pesar de que no que busque serlo. Aún más cuando sus palabras caen como dardos envenenados en el centro de la diana de una institución sumamente arcaica.
Quien bien le conoce asegura que es imprevisible. Para lo bueno y lo malo. Y quizás como fruto de esa actitud espontánea, ahora nos descubre su alma rockera. Átense los machos porque Bergoglio lanzará el próximo 27 de noviembre un álbum de pop rock. Ni más ni menos. Al grito de «Wake up». Lo que viene a ser en español «despierta». Aunque no me queda claro el título. ¿Quién debe aquí despertar: nosotros o ellos?
No es un producto nuevo. La lista de trabajos musicales papales se remonta al año 1999 con Juan Pablo II, el que fue Pontífice más querido y recordado por los jóvenes. Pero en esta ocasión, y aprovechando la figura renovadora del argentino, es algo más cañero. Más moderno. Como él. ¡Bravo por el marketing de la Sede Apostólica! Ya vemos que le gusta jugar con la naturalización y la humanización de la figura papal. Comprometiendo su misión. Con el riesgo, además, de convertirle en un objeto de consumo más.
Aseguran que el objetivo de este álbum es el de extender su palabra y acercarse también a los no cristianos. Aunque tampoco tiene mucho sentido captar cuando, por otro lado, llevas siglos apartando. Pero Francisco cae simpático. Porque durante 20 años fue un obispo «con olor a ovejas». Y eso tiene tirón. A pesar de que, con todos mis respetos, hay necesidades mucho más urgentes en el mundo con las que arrimar el hombro. Pero como dicen algunos rockeros: «THE SHOW MUST GO ON».