El narco chapucero

el sicario que una noche, por encargo, pega un tiro en la nuca a unos cuantos -los que venían en la lista-, no hace un buen trabajo, aunque los mate a la primera, sin dejar huellas, porque ese trabajo, en sí, es impresentable.

Para hacer cualquier cosa, hace falta saber hacerla. La época de la chapuza ya pasó. Lo de trabajar mucho lleva adherido, como condición indispensable, trabajar bien Y para eso, hay que aprender.

Esto, para todo tipo de trabajo. Hasta para tirar sacos de marihuana de 13 kilos a casas concretas, las que vienen en la lista. Allí prepararán los envíos y mandarán la droga a los clientes.

En algún lugar de México, un chapucero ha tirado el saco de droga donde no tocaba. Y se han quedado sin droga, porque la marihuana debe estar ahora en manos de la policía.

Además, el pobre dueño de la casa, que estaba tan tranquilo, se ha quedado sin caseta de perro. Y si dentro estaba el perro, sin perro. A esto se le llama «daños colaterales».

El trabajo bien hecho, que hace que te puedas fiar de lo que compras y de la honradez del que lo fabrica y del que te lo lleva a casa, exige, además, que aquel trabajo concreto sea decente. Es decir, el sicario que una noche, por encargo, pega un tiro en la nuca a unos cuantos -los que venían en la lista-, no hace un buen trabajo, aunque los mate a la primera, sin dejar huellas, porque ese trabajo, en sí, es impresentable.

El que ha tirado la droga, muy posiblemente, trabaja muchas horas, pero lo hace mal, y, además, su mujer no puede contar a sus amigas a qué se dedica su marido, porque alguna se escandalizaría.

11 millones de coches trucados. Un trabajo primoroso, bien hecho, bien acabado. Solo le faltaba un detalle: que la mujer del que dio la orden pudiera comentar con sus amigas: «mi marido trabaja mucho. Y lo hace muy bien. Y ahora, ha tenido una idea que nos va a hacer ganar mucho dinero. Os la voy a contar…”.