Y qué dirán afuera
En realidad somos más de política local. De ese gran barrio que se llama España y que se tambalea otra vez en la historia. Y esas páginas de la Constitución, que con tanto ahínco rompió Sabino Cuadra hace unos días en el Congreso, están a punto de romperse de verdad.
En realidad somos más de política local. De ese gran barrio que se llama España y que se tambalea otra vez en la historia. Y esas páginas de la Constitución, que con tanto ahínco rompió Sabino Cuadra hace unos días en el Congreso, están a punto de romperse de verdad.
El monotema ha ocupado el 80% de nuestro cerebro, hasta el punto de soñar con el semblante sonriente modo muñeco de Mari Carmen que se me antoja pensar al mirar a Artur Mas. Y los políticos son tan errantes de volver a caer en el abismo de independencia sí o no sin adentrarse en las razones y consecuencias de la misma. Es la vieja estrategia totalitarista de imprimir en la mente un objetivo, anulando el intelecto que vislumbre por qué estamos haciendo esto o aquello.
Y reconozco que para los periodistas este tipo de telenovelas políticas son apasionantes. Pero, mientras tanto, siguen pasando cosas que se nos escapan porque no nos da la gana mirarlas. Como que la Universidad de Stanford haya logrado mejoras en el tratamiento del ELA. Porque nos creemos dioses hasta que nos apunta la enfermedad incapacitante. Y si no, ay! Cuántos podrían hablar de lo que otros ocultan. O que el Instituto de Tecnología de Georgia haya descubierto agua liquida fluyendo por la superficie de Marte. Más allá de pensar en mandar allí a Bárcenas a Mas y compañía para que se echen unas partiditas de mus sin nuestra presencia, o incluso huir nosotros mismos, el descubrimiento es para llevarlo a portada.
O acontecimientos mucho más graves que se quedan en primera de Internacional, como la coalición Obama-Putin trasladada a la ONU para librar al “Hitler” que está liderando la guerra silenciosa en Siria. Las consecuencias de esa alianza serían de una relevancia que supera con creces las batallitas anticapitalistas y constitucionalistas que vivimos estos días en Cataluña.
En conclusión: aunque un día pensáramos que éramos fuertes, en realidad somos más de política local. De ese gran barrio que se llama España y que se tambalea otra vez en la historia. Y esas páginas de la Constitución, que con tanto ahínco rompió Sabino Cuadra hace unos días en el Congreso, están a punto de romperse de verdad. Esperemos que por algo mejor.
Y mientras puede que allá fuera nos estén mirando con boles de palomitas o lo que sea que comen allí. La película es buena.