La suerte de Arturo Mas
Tiene suerte Arturo Mas, suerte de que la España actual esté corrompida hasta la médula, y no corrompida porque haya unos señores por ahí que roben a manos llenas (a ver en qué país no ocurre eso), sino porque tanto los políticos como la mayoría de la ciudadanía están enfermos de fundamentalismo democrático.
Tiene suerte Arturo Mas, suerte de que la España actual esté corrompida hasta la médula, y no corrompida porque haya unos señores por ahí que roben a manos llenas (a ver en qué país no ocurre eso), sino porque tanto los políticos como la mayoría de la ciudadanía están enfermos de fundamentalismo democrático.
Ese que ven en la foto con cara de no haber roto un plato es Arturo Mas, presidente de los españoles avecindados en Cataluña, y después de las elecciones autonómicas del 27S, candidato a vivir del cuento en alguna cabaña quebecois de las planicies del Canadá.
Tiene suerte Arturo Mas, suerte de que la España actual esté corrompida hasta la médula, y no corrompida porque haya unos señores por ahí que roben a manos llenas (a ver en qué país no ocurre eso), sino porque tanto los políticos como la mayoría de la ciudadanía están enfermos de fundamentalismo democrático.
Según esta enfermedad, todo se puede defender en democracia, todo es posible en nombre de la tolerancia. Cualquier barbaridad, cualquier chorrada es defendible… porque esto es democracia. Y claro, que existan unos mal llamados partidos cuyo fin último es la destrucción de la Nación Española y que estos partidos no sólo sean legales sino que además se sienten en el Parlamento de la Nación y sean financiados con los impuestos de todos los españoles es la prueba inequívoca de que España es un país enfermo.
Ningún país en su sano juicio permitiría fuerzas que lo quisiesen destruir en su propio seno sin defenderse de ellas. Pero hete aquí que en España, por una serie de razones históricas imposibles de detallar aquí, los agentes de su propia destrucción son protegidos.
Arturo Mas ha sido imputado por delito de desobediencia, pero tranquilos, no será siquiera acusado en firme. Y si lo es, no será por delitos contra la patria, sino por no haber obedecido “la Ley”, así a secas. Porque en España las leyes flotan en la estratosfera, no tienen asiento en ningún territorio. Como ya señaló el filósofo Pedro Insua hace unos años, a cuenta del “España me la suda”, parece ser que “entre Portugal y Francia está la Democracia”.