Ese maldito gordo feliz
Sus vaticinios no tenían fundamento alguno. El hecho de haber estudiado en Occidente no garantiza que el heredero de un dictador vaya a ser mejor que su padre. Lo mismo decían de Bashar Al-Assad, y su crueldad tan sólo es comparable a la de su progenitor.
Sus vaticinios no tenían fundamento alguno. El hecho de haber estudiado en Occidente no garantiza que el heredero de un dictador vaya a ser mejor que su padre. Lo mismo decían de Bashar Al-Assad, y su crueldad tan sólo es comparable a la de su progenitor.
Cuando el orondo Kim Jong-un se sentó en el trono de la dictadura hereditaria comunista de Corea del Norte no faltaron analistas occidentales que predijeron una etapa de aperturismo en su país. Clamaban contentos que el hijo del hijo del fundador del más tiránico y cerrado régimen de Asia se había educado en Occidente y que era la esperanza para una nueva era de paz y mayor libertad en su país. Se equivocaban totalmente, y no es de extrañar.
Sus vaticinios no tenían fundamento alguno. El hecho de haber estudiado en Occidente no garantiza que el heredero de un dictador vaya a ser mejor que su padre. Lo mismo decían de Bashar Al-Assad, y su crueldad tan sólo es comparable a la de su progenitor.
Lo único que distingue a Kim Jong-un de su padre es el aspecto físico. No utiliza las mismas gafas oscuras y horteras que Kim Jong-il, su corte de pelo es todavía más feo y extravagante y está más obeso. Además, a diferencia de su padre, él siempre posa ante las cámaras sonriendo. El actual dictador norcoreano es un gordo feliz que mantiene campos de concentración y somete a la mayor de la miseria a su población, al tiempo que es una amenaza para sus vecinos del Sur y el resto del mundo.
Las dos Coreas son la demostración palpable de la superioridad de la libertad política y económica sobre el comunismo. La del Norte vive sumida en el terror, la ignorancia y la miseria. La del Sur es uno de los lugares más prósperos del mundo y puntero en tecnología. No es casualidad.
La tierra sería un lugar mucho mejor sin el siniestro, a la par que ridículo, personaje llamado Kim Jong-un, igual que lo hubiera sido sin su padre y su abuelo. Sobre todo, la vida sería mil veces menos mala para millones de coreanos del norte. Claro que de nada serviría que el actual dictador comunista muriera si le heredara otro similar, con independencia de su peso y su corte de pelo.
Ese maldito gordo feliz es una desgracia para sus compatriotas y el resto de la humanidad. A algunos ver su imagen nos provoca arcadas. Pero peor es para el resto de norcoreanos, que tienen que aguantar su rostro a diario y, sobre todo, sufrir su forma de gobernar.