Pase lo que pase, usted sonría
Ante fotos como ésta, tan sonriente y entre tanto colorido, con esos mofletes mullidos de ciudadano afable, a uno le parece estar viendo un fotograma de Heidi. Si nos contasen que la historia de la niña más naif del mundo se inspiró en su abuela, me lo creería si no fuera porque nos van llegando noticias con cuentagotas de cómo se las gasta cuando le llevan la contraria o alguien le cae mal.
Ante fotos como ésta, tan sonriente y entre tanto colorido, con esos mofletes mullidos de ciudadano afable, a uno le parece estar viendo un fotograma de Heidi. Si nos contasen que la historia de la niña más naif del mundo se inspiró en su abuela, me lo creería si no fuera porque nos van llegando noticias con cuentagotas de cómo se las gasta cuando le llevan la contraria o alguien le cae mal.
Cada vez que me encuentro con imágenes de Kim Jong-un se me desmontan las afirmaciones que nos invitan a creer que la cara es el espejo del alma. Ante fotos como ésta, tan sonriente y entre tanto colorido, con esos mofletes mullidos de ciudadano afable, a uno le parece estar viendo un fotograma de Heidi. Si nos contasen que la historia de la niña más naif del mundo se inspiró en su abuela, me lo creería si no fuera porque nos van llegando noticias con cuentagotas de cómo se las gasta cuando le llevan la contraria o alguien le cae mal. Y es que caerle mal a quien lleva todo el día la sonrisa puesta cual máscara, es como para echarse a temblar, oiga usted. De hecho, es preferible caerle mal a una persona que se intuye de lejos su cara de vinagre, que a otra que luce una sonrisa de oreja a oreja todos los días, y a todas horas. Los que lucen una sonrisa impertérrita se me antojan tan siniestros como aquel personaje del “Jocker” o la cara sonriente del histriónico Jack Nicholson asomando por una puerta en “El Resplandor”. Por no hablar de esos otros actores y actrices que hacen exhibición continua de su magnífica dentadura, mostrando esos dientes tan blancos y bien alineados que parecen inspirados en el teclado de un piano. Sólo les falta hacer música.
En esta fotografía de manzanas en perfecta armonía con el retratado, veo a ese tipo de personas que parapetadas tras una sonrisa pueden causarte el mayor de los males mientras tú, bajo la tranquilizadora sombrilla de “la cara es el espejo del alma”, no te das cuenta hasta que es demasiado tarde. También a esas otras que, sometidas a la tiranía moderna que nos induce -casi obliga- a sonreír y ser positivos, se nos aparecen con cuerpos lacerados por la enfermedad en contraste con su expresión de euforia, un derroche de alegría de cara a la galería que me resulta tan inquietante y mortífera como acaso lo sea la de Kim Jong-un. Es posible que, durante décadas, el terror de los norcoreanos tenga la expresión amable de una risa y las imágenes de una televisión nacional parecida al canal de Teletienda o los programas New Age, donde un desfile de gente feliz y encantada con sus placebos, te animan a que te unas a esa orgía de positividad entre árboles frutales, música de flautas y maravillas de la tecnología. Mientras tanto, en el otro lado, el mundo seguirá rugiendo pero eso ya dejará de tener importancia.
Sonría, sea usted positivo… ¡Click!