Sexo, mentiras y chivatos 2.0
Queríamos transparencia, señores, y la transparencia pasa también por lo que sucede debajo de las braguetas de ciudadanos respetables que, cuando nadie los ve, se las desabrochan.
Queríamos transparencia, señores, y la transparencia pasa también por lo que sucede debajo de las braguetas de ciudadanos respetables que, cuando nadie los ve, se las desabrochan.
Lo reconozco. Me fascina el caso Ashley Madison. Sus infieles de pago y sus delatores parecen los protagonistas de una moderna tragedia digital. Esta truculenta historia sobre el hackeo de la web más famosa de infieles, contiene todo lo que define a nuestra sociedad. Incluso más, al delatar verdades de la naturaleza humana que no gustan a nadie, empezando por sus protagonistas. La información hackeada de Ashley Madison es una verdad incómoda, unos datos que van mucho más allá de los números de tarjetas de crédito. El cibercrimen ya no se limita sólo a obtener datos bancarios para cometer robos de guante blanco, no. Se parece más a la estrategia que utiliza la orca antes de comerse a sus víctimas: les da unos cuantos manteos y volteretas, les chuta con su cola, se los pone en la boca, los suelta, se los vuelve a poner… Un pasatiempo que para la pobre foca, pingüino o cualquier animal que se vaya a zampar, es más bien el juego de la muerte.
Pues bien, los hackers de Ashley Madison se propusieron entretenerse un poco, jugando con sus víctimas a “muerte o susto”. Amenazaron con publicar los datos de millones de infieles repartidos por el planeta si no pagaban el precio que costaba el silencio. Un silencio que ya habían pagado por echar unos polvos y desaparecer, sin que sus familias lo supieran. En el camino, algunos prefirieron la muerte al susto. Ahora uno de los hackers, Andrew “Weev” Auernheimer, lanza su amenaza de publicar el nombre de los fiscales que utilizaron los servicios. Se dice que algunos fueron tan lerdos – o seguros de sí mismos, a saber- que utilizaron su propia cuenta de correo gubernamental para inscribirse en la famosa web. Se teme que después del susto venga la muerte, porque es difícil saber con qué cara le cuentas a tu mujer que se ha tratado de un error, y a tus ciudadanos que sigan confiando en ti cuando has traicionado a tu propia familia. “Tengo un mensaje para ustedes y los fiscales federales de todo el mundo: vamos a filtrar información en los próximos días para revelar que son unos tramposos y mentirosos”, ha dicho Andrew, que ha confesado moverse por venganza justiciera debido a lo que sufrió durante su condena en prisión en 2013 por acceder a datos de usuarios de iPad.
Queríamos transparencia, señores, y la transparencia pasa también por lo que sucede debajo de las braguetas de ciudadanos respetables que, cuando nadie los ve, se las desabrochan. Ya hace tiempo que nos metieron a todos en un Gran Hermano a escala mundial; no nos faltan ni las cámaras en cada rincón. Aquel chivato de clase que amenazaba con contarlo todo, antaño tenía un poder limitado, pero ahora… Viendo desde su casa cómo se portan de mal los otros, mientras se toma un refresco, este chivato 2.0 sólo tiene que mover ciertas teclas virtuales y convertirse en el amo.