Cuidado, el veneno está en la mesa
La cruda realidad es que no tenemos ni puñetera idea de lo que comemos. Lo que sí sabemos, aunque sea de estraperlo, es que la industria alimentaria actualmente utiliza alrededor de 60.000 compuestos químicos, y que hasta el 95% de los contaminantes que nos abordan diariamente lo hacen a través de los alimentos.
La cruda realidad es que no tenemos ni puñetera idea de lo que comemos. Lo que sí sabemos, aunque sea de estraperlo, es que la industria alimentaria actualmente utiliza alrededor de 60.000 compuestos químicos, y que hasta el 95% de los contaminantes que nos abordan diariamente lo hacen a través de los alimentos.
Ahora la leche no lleva vaca, las hamburguesas relinchan, y el caldo… está huérfano de abuela.
La cruda realidad es que no tenemos ni puñetera idea de lo que comemos. Lo que sí sabemos, aunque sea de estraperlo, es que la industria alimentaria actualmente utiliza alrededor de 60.000 compuestos químicos, y que hasta el 95% de los contaminantes que nos abordan diariamente lo hacen a través de los alimentos.
Me resulta indecente, tan sólo sospechar, que lo mismo que nos mantiene vivos nos pueda estar matando lentamente.
Las protagonistas del penúltimo alboroto alimentario han sido las pacíficas e ingenuas espinacas.
‘Dole’, gigante estadounidense de la fruta y hortaliza en bolsa, acaba de retirar del mercado una enorme partida de espinacas ultra-congeladas ante el riesgo de pudieran estar contaminadas por Salmonella.
Un dato. El 80% de los productos que encontramos en las estanterías de cualquier supermercado ni siquiera existían hace 50 años. Comida pre-cocinada, congelados, salsas… un modelo de alimentación que surgió como respuesta a las necesidades de la vida actual, en la que tenemos poco tiempo para ir a la compra, y menos aún para cocinar. Medio siglo después, decenas de miles de millones de moléculas químicas han invadido nuestras neveras.
Para los distraídos; arsénico en el pollo, pescado azul “acusado” de contener mercurio, frutas y verduras sobradas de pesticidas… La industria sigue dándonos gato por liebre, caballo por vaca, y vacas… “como una cabra”. Y lo hacen sin remordimiento. Les resbala casi tanto como el aceite de colza que destrozó la vida de casi 25.000 personas.
Y nosotros, mientras que las Administraciones no controlen severamente lo que comemos y sancionen con contundencia a los que nos engañan, seguiremos sintiéndonos cómplices necesarios cada vez que le digamos a nuestros hijos eso de: “Con la comida no se juega”.