El de Solón
¿Sabrá este anatema del funcionamiento del GPS, paradigma de la puntualidad en las universidades norteamericanas, que el cristianismo es la base de la civilización occidental?
¿Sabrá este anatema del funcionamiento del GPS, paradigma de la puntualidad en las universidades norteamericanas, que el cristianismo es la base de la civilización occidental?
Parece que cuando a algunos se les vienen encima las encuestas (que no las ideas, y cuantas menos mejor) deciden que lo más importante, lo vital para la Patria (perdón, para el País), es reformar la Constitución.
Ahora nos vienen a vueltas con la religión. Resulta que de pronto el Gran Estadista, el preconizador de la eliminación del Ministerio de Defensa en España, ha decidido que la enseñanza de las creencias ha de quedar fuera de las aulas, o al menos de la enseñanza curricular.
¿Sabrá este anatema del funcionamiento del GPS, paradigma de la puntualidad en las universidades norteamericanas, que el cristianismo es la base de la civilización occidental? ¿Que el fundamento de nuestra cultura se encuentra en unas raíces que se fusionan con el Derecho Romano, y que nos fueron retransmitidas a través de un palimpsesto descubierto por el monje Irnerius en la biblioteca de la universidad de Bolonia?
El artículo 16.3 de nuestra Carta Magna, producto de un consenso ejemplar en la tradición política española, señala que ninguna confesión tendrá carácter estatal. Sin embargo, a continuación, y haciéndose eco de la creencia mayoritaria de la población española, prescribe que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la mayoría de la sociedad española, y que mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y con las demás confesiones.
De este modo se recoge, en el Capítulo II del Título I de nuestra Carta Magna, el más protegido de todos los Capítulos por albergar los Derechos Fundamentales de los ciudadanos (arts. 53 y 168 de la Constitución), la garantía que todos los españoles tenemos de ser educados con una libertad religiosa que sea acorde con la confesión más enraizada en la tradición sociológica española; no por razones de fe, sino de simple cultura.