La vida en 4 pulgadas
Últimamente, nuestros ojos raramente ven más allá de las cuatro o cinco pulgadas de nuestro teléfono móvil. Pero estar conectado no implica necesariamente la desconexión total de lo que nos rodea
Últimamente, nuestros ojos raramente ven más allá de las cuatro o cinco pulgadas de nuestro teléfono móvil. Pero estar conectado no implica necesariamente la desconexión total de lo que nos rodea
El camarero se acercó hasta la mesa y sobre ella acomodó una ostentosa bandeja en la que descansaba un pollo asado. Ni dos segundos tardó la dama en sacar su smartphone del bolso para inmortalizar semejante hito.
Foto por aquí, foto por allá… como si de una premiere de cine se tratara, el despatarrado plumífero fue inmortalizado desde todos los ángulos posibles. Por suerte el horno le había propinado ese glamuroso bronceado tan codiciado en cualquier photocall que se precie.
Una vez decidida a dar cuenta del suculento manjar, no tuvo tiempo de asir el tenedor cuando: ¡Biiiip! ¡Biiiip!- su móvil comenzó a sonar. Por su sonrisa imagino que al otro lado de la pantalla habría alguien sanamente resentido por no formar parte del convite.
Alrededor de 20 «me gusta» después, al acercarse el primer pedazo a los labios se confirmaron mis sospechas, el pollo estaba helado. No probó bocado pero, por suerte para ella, el atracón de autoestima le mantendría alimentada durante horas.
Últimamente, nuestros ojos raramente ven más allá de las cuatro o cinco pulgadas de nuestro teléfono móvil. Pero estar conectado no implica necesariamente la desconexión total de lo que nos rodea.
Yo sugiero recuperar el placer de conversar, de vivir cerquita, de relacionarnos… y desterrar esa imagen del sofá de familia, solo de cuerpo presente, donde lo único que rompe el incómodo silencio es un carraspeo esporádico que demuestra que todos están allí, tan cerca… pero tan lejos.
Puede que al elevar la mirada nos encontrásemos con otros ojos que nos están buscando.
No son necesarios ni 140 caracteres para llegar a esta conclusión: si el móvil es un instrumento al servicio de la persona, es útil. Si la persona es un instrumento al servicio del móvil, es un problema.
En esto, como en todo, la clave está en encontrar el equilibrio.