París en sangre

Han estado matando gente en París, lo cual nos parece atroz. Que se mate a gente en Libia, o en Sudán, o en Alepo, eso es aceptable. Pero en París, qué horror.

Es horrible que maten gente en París porque de repente interrumpen las películas y sale Pedro Piqueras a todas horas, y Pedro Piqueras está en esa fase en que ya no es un joven con mirada intensa, ni un señor mayor apuesto: simplemente está fondón y las cosas que dice, por el mero hecho de decirlas él, suenan menos interesantes.

Es horrible que maten gente en París porque estábamos viendo una peli de Wesley Snipes o de quien sea, y ahora todo son telediarios especiales.

Normalmente se mata y se tortura a la gente, se la bombardea, se la mutila y viola, en enclaves no-parisinos. En desiertos y selvas o en extrañas repúblicas ex soviéticas. Eso está bien porque eso muertos (carentes de cualquier importancia, como el dolor de sus familias) no producen histeria en las redacciones, ni fervores sentimentaloides, sino que se mencionan de pasada y luego llegan los deportes. Al fin y al cabo, aún no sabemos a ciencia cierta si Messi llegará al partido contra el Madrid.

Los del Estado Islámico se han dado cuenta de eso: mientras maten y torturen y violen allá, en aquellos parajes remotos que a nadie le importan una mierda, no consiguen más que un par de frases en las noticias de la noche en la 2. Pero si hacen lo mismo (al fin y al cabo, es a lo que se dedican, a la barbarie asesina) en París, o en Roma, entonces hay titulares y jornadas de luto y gabinetes de crisis y gente cantando Imagine con ramos de rosas blancas. De modo que los estamos atrayendo al generar esas riadas de feedback.

Quizás si por cada niño asesinado por ser cristiano en Siria, o cada niña violada por Boko Haram estos últimos años, hubiera habido una décima parte de la reacción hímnica de estos días, la matanza de París no hubiera ocurrido. Y hubíeramos podido ver la peli de Wesley Snipes hasta el final.