La estrategia contra el extremismo
Pocas semanas antes del horrible atentado terrorista en París, el Primer Ministro británico, David Cameron, puso sobre la mesa su nueva estrategia para combatir el extremismo islámico. Con el documento titulado ‘Counter-Extremism Strategy’ el gobierno conservador parece haber apurado la marcha para combatir el discurso venenoso del islamismo desde todos los ámbitos sociales.
Pocas semanas antes del horrible atentado terrorista en París, el Primer Ministro británico, David Cameron, puso sobre la mesa su nueva estrategia para combatir el extremismo islámico. Con el documento titulado ‘Counter-Extremism Strategy’ el gobierno conservador parece haber apurado la marcha para combatir el discurso venenoso del islamismo desde todos los ámbitos sociales.
Si en el pasado se ha tildado a Cameron de tibieza para lidiar con otros asuntos en política interna, no creo que se le pueda acusar de lo mismo en torno a esta nueva hoja de ruta que marcará un viraje en la manera de atajar el discurso extremista en el Reino Unido.
No cabe duda de que la lucha contra el extremismo islamista es la gran batalla de nuestra generación. Ante semejante desafío, nos encontramos con la disyuntiva, dice Cameron, de cerrar los ojos y esperar a que los valores en los que se basa nuestra civilización occidental no perezcan, o ‘salimos ahí fuera, presentamos el argumento a favor de esos valores, los defendemos con todas nuestras fuerzas, y nos decidimos a ganar la batalla de las ideas de una vez por todas’.
En el pasado, muchos gobernantes han sido demasiado tolerantes con la intolerancia, demasiado temerosos de ofender. Algunos, incluso, se apresuraban a argumentar que el terror causado por el islamismo nada tenía que ver con la religión del islam, en una negación de la realidad que asombra, porque son los propios terroristas los que una y otra vez declaran que matan por un motivo religioso. Para David Cameron, este es otro punto fundamental para contrarrestar el relato extremista. No solo es mentira decir que el islam no tiene nada que ver con los ataques, es también peligroso, porque al sacar a la religión de la ecuación también estamos retirando la palabra a todos aquellos musulmanes que sí creen en una sociedad en la que la religión y la política no tienen que ir unidas, que cuestionan la perversa lectura de los textos sagrados de los extremistas, y que, también anclados en los valores occidentales, retan la ideología islamista desde dentro del islam. Ante esas voces moderadas, nuestras sociedades no pueden mantenerse neutrales, sino que deben mostrar su ayuda y hacerlas oír, hacerlas sonar más alto que los discursos extremistas, apoyarlas con todos los medios a nuestro alcance.
Más allá de nuestras fronteras, donde esa narrativa extremista se ha convertido en una realidad política y donde los islamistas gobiernan violentamente con el cuchillo entre los dientes, no parece que haya otra solución diferente a una intervención armada. Más aquí, la batalla por la ideas se hace ahora más necesaria que nunca, y en este sentido, parece que David Cameron, con sus recientes discursos sobre cómo combatir el extremismo islamista, muestra un conocimiento amplio y profundo de la realidad del radicalismo, mucho mayor que el de cualquier otro líder occidental actual.