Parte de guerra

A partir de ahora, y durante una buena temporada, nos tendremos que acostumbrar a los partes de guerra entre Occidente y el Estado Islámico. Realmente, llevamos ya un par de años con bombardeos sobre el territorio del sedicente Califato, pero no parecen haber hecho mella.

Es más, los recientes ataques en París demuestran que el conflicto se puede extender por todas partes. Es la lógica del terrorismo, pues no hay propiamente un campo de batalla.

Aunque se diga que el estado Islámico se halla debilitado, la verdad es que psicológicamente va ganando. La prueba es que en Occidente (incluido en ese vaporoso término el Estado de Israel) se restringen algunas libertades por temor a los ataques yihadistas. Las declaraciones oficiales de patrioterismo se dan en todas las guerras y no impresionan. Se supone que se repetirán del lado islamista, incluso con más prosopopeya.

En Occidente solo hay un acuerdo general: no enviar tropas al territorio del Estado Islámico. Vistos los anteriores fracasos de Iraq, Libia y Afganistán, nadie quiere más riesgos ni féretros con soldados caídos. Pero solo con aviones y drones no se acaba con el enemigo. El resultado es que tenemos guerra para rato. Habrá que acostumbrarse a ella como parte del paisaje. Para los españoles viene a ser como una segunda Reconquista; la que duró cerca de ocho siglos. Naturalmente, solo se luchaba de vez en cuando. El resto del tiempo se convivía más o menos. Ahora pasará otro tanto.

La gran novedad es que ahora los combatientes presumen de sendas armas “definitivas”, como casi siempre ocurre en las guerras. Para los occidentales son los drones; para los yihadistas, los terroristas suicidas.

Otro hecho nuevo es que con Occidente parece que se apunta Rusia. Bienvenida sea. Ojalá funcione como primer paso para su integración en la Unión Europea.