Las empresarias más sexys

Al parecer la revista Maxim elabora una lista de los empresarios más sexys, en cuya edición 2015 ha triunfado una tal Alessandra Ambrosio, top model lanzada al éxito en los negocios.

Hay exactamente un punto en que la belleza comienza a dar miedo. Las top models, con sus fémures de metro y medio y sus ojos color pera y sus pestañas emisoras de rayos gamma y sus melenas hidrovitaminizadas, infunden a la población un terror absoluto. Son el germen de una nueva raza llamada a dominar el mundo desde Wall Street, aboliendo las comidas grasas y el rock’n’roll, mesmerizando a los terroristas islámicos con sus pechos breves, pechos que dan la sensación de estar inconclusos como una sonata de Schumann inconclusa, pechos del nuevo matriarcado esquelético.

Hasta hace poco, la publicidad nos proponía otros tipos de mujeres, la jamona en bikini, la corista risueña, la jovencita abordable. Hoy eso ha quedado atrás. Las top models cafeínicas, alimentadas a base de zumo de endivias y aire liofilizado, se han vuelto completamente locas y marchan haciendo del mundo su pasarela. El tipo de yugo que nos espera no lo vio ningún Orwell, ningún Swift.

Abrazad, hermanos, a vuestras gorditas domésticas, tan dulces y tibias. Llega un invierno nuevo. La nueva raza dominante se ha atiborrado de nootrópicos: esas chicas son capaces de ver a través de las paredes y de perforar un cráneo con un beso para sorber tres o cuatro pensamientos.

Abrazad, camaradas, a vuestras últimas novias de barrio, con sus bambas del año pasado y sus bicicletas baratas. Pasead por los muelles al atardecer, como los poetas que nunca fuisteis, y sentid que todo un mundo, nunca acabado de nombrar, se nos escapa como arena entre los dedos.