La ballena de las urnas
Las urnas reflejan hoy la confusión enloquecida y fascinante de nuestra época. El exceso de información satura al ser humano y, desorientada, el Minotauro ha engullido a la audaz e inteligente Ariadna. Sin duda, hemos perdido el rumbo del paraíso. La razón produce monstruos y tantas bestias nos asaltan que acudimos a las urnas sin haber logrado dilucidar cuál es el verdadero enemigo. Es lógico. La asimilación y la transformación precisan sus tiempos.
Las urnas reflejan hoy la confusión enloquecida y fascinante de nuestra época. El exceso de información satura al ser humano y, desorientada, el Minotauro ha engullido a la audaz e inteligente Ariadna. Sin duda, hemos perdido el rumbo del paraíso. La razón produce monstruos y tantas bestias nos asaltan que acudimos a las urnas sin haber logrado dilucidar cuál es el verdadero enemigo. Es lógico. La asimilación y la transformación precisan sus tiempos.
Pero, ¿qué demonios les sucede a los humanos del siglo XXI? La pregunta se inició cien años atrás y, desolados, seguimos buscando la respuesta. Una mañana de 2010, el escritor inglés John Higgs sintió una punzada en el alma tras recorrer las galerías dedicadas al siglo XX del Tate Modern de Londres. El inquieto inconsciente artístico de Picasso, Dalí o Ernst, entre otros, afloraron en creaciones hostiles, incomprensibles y desalentadoras donde la persona se estira, se comprime. Pareciera que no tiene espacio para respirar y que definitivamente ha perdido la esperanza. ¿Dónde está la humanidad? ¿Por quién ha sido desplazada? ¿Quién ocupa su lugar?
El conocimiento es la gran víctima expiatoria de este sutil holocausto humano que se extiende rutinario. Sacrificamos el conocimiento para evitar pensar cómo perdimos el rumbo y nos entregamos a la adoración del sol efímero que más brilla en la pantalla del televisor.
Hoy aparecen nuevos astros en las urnas mientras los viejos se apagan y pocos advierten lo desmesuradamente absurdo del momento. Nos adentramos en un mundo desconocido y terrorífico donde la propaganda de guerra y de mentiras nos agrede. El ataque es invisible, silencioso, sutil pero obstinado y resuelto a vencernos. Como el enemigo no da la cara y se presenta indefinido, los creadores del siglo XX y los de hoy solo alcanzan a pintar las perturbaciones que el ataque causa en sus psiques. Acudimos a votar mientras flota en el inconsciente colectivo una sensación perturbadora. Sabemos que todo es un teatro y que el sueño de las urnas produce monstruos.