Artur Mas y los ayunantes

Muchas son las luces que han encendido y apagado hoy los hermanos de la CUP. Todo el mundo quizás estará comentando el modo en que el “procés”, que lleva hilvanando citas históricas desde la diada del 2011, ha acabado leñazo histórico, gatillazo histórico.

Pero uno quiere en estas líneas agradecer los momentos que nos ha regalado, este fin de semana, el batallón de ayunantes que han comparecido, por gentileza de la ANC, para impulsar el acuerdo de investidura. Como héroes que son, se lanzaron a una indómita huelga de hambre de 24 horas, ¿Qué será lo próximo? ¿Que cuenten hasta diez aguantando la respiración, para intentar doblegar al Tribunal Constitucional? ¿Que renuncien al azúcar del café? El coro de suplicantes de las tragedias de Esquilo palidece ante el viril arrojo de los ayunantes independentistas. Parece increíble que la CUP haya aguantado el terrible pulso planteado, sabiendo que había media docena de padres de la patria que sólo iban a desayunar un zumito de tetra brik.

Para los mallorquines, el espectáculo ha sido doblemente delicioso, por haber contado con la participación de Jaume Sastre, entrañable activista obtuso, puro garabato, el Sancho Panza de todos los ayunadores de izquierda. El señor Sastre mostró poderes espirituales dignos de un San Antonio Abad durante la primavera del 2014, manteniendo una panza pantagruélica y unos mofletes de mesonero cebón a lo largo de una huelga de hambre de más de 40 días, durante los cuales vivió del aire y de la comunión espiritual llegada desde los cuatro confines de los Paisos Catalans.

Una cosa no se puede negar del “procés”: para los que gustamos de ver a fanáticos en su habitat natural, campando sin impudor, hociqueando hacia el sol poniente, está resultando entretenidísimo. Auténticamente impagable.