Quiebra del Estado y autodefensa
Grupos de vecinos de la Norteamérica profunda han reaccionado con inaudita indignación y virulencia ante el mero anuncio de una hipotética llegada de refugiados sirios a EEUU. Pese a que la administración de Barack Obama solo ha planteado la llegada de muy pocos miles de sirios y los estados del medio oeste son vastas extensiones apenas habitadas, la mera idea de la llegada de musulmanes ha puesto en pie de guerra a grupos de muy diversa índole, todos extremadamente hostiles al presidente. Muchos han organizado concentraciones para, armados hasta los dientes, dejar claro que ellos se consideran en guerra cultural con el islam tanto o más que el Estado Islámico con Occidente.
Grupos de vecinos de la Norteamérica profunda han reaccionado con inaudita indignación y virulencia ante el mero anuncio de una hipotética llegada de refugiados sirios a EEUU. Pese a que la administración de Barack Obama solo ha planteado la llegada de muy pocos miles de sirios y los estados del medio oeste son vastas extensiones apenas habitadas, la mera idea de la llegada de musulmanes ha puesto en pie de guerra a grupos de muy diversa índole, todos extremadamente hostiles al presidente. Muchos han organizado concentraciones para, armados hasta los dientes, dejar claro que ellos se consideran en guerra cultural con el islam tanto o más que el Estado Islámico con Occidente.
En sectores ultrarreligiosos y muy conservadores pocos tienen dudas de que Barack Obama es un criptomusulmán hostil al cristianismo que tiene una agenda secreta para destruir las defensas espirituales de América. Y el hecho de que Obama hasta con las peores salvajadas yihadistas siempre condenara el terrorismo a secas, sin hablar de los obvios vínculos de dicha brutalidad asesina con el islamismo, ha cimentado esa profunda desconfianza. Cuando Obama entra en el último año de su presidencia queda aun más patente su fracaso en lo que era uno de sus objetivos favoritos, el control de armas. El derecho inalienable de los norteamericanos a comprar, poseer y portar armas no se ha visto mermado por los esfuerzos de Obama y su lobby democrático muy fuerte en los medios liberales. Por el contrario el americano medio ha comprado más armas que nunca, incluidas las armas de guerra. En parte precisamente por el temor a que Obama pudiera limitar su venta.
En Europa esas compras de armas largas en tienda, ferias, ferreterías y supermercados, es impensable. Impensable es esa imagen de particulares con fusiles de asalto patrullando ante los ojos de la policía. Pero…¿lo va a ser siempre? Si hace veinte años se habría dicho que sí sin dudarlo, hoy no muchos ya dudarían. Las ventas de armas cortas se han disparado en el 2015 en Alemania por ejemplo. Este fenómeno coincide con la masiva entrada de refugiados en el país y las imágenes de una policía absolutamente superada por los números de inmigrante del Tercer Mundo. Y es previo a las noticias sobre graves problemas de orden público en los Balcanes en la ruta de los refugiados hacia Alemania y, por supuesto, de los dramáticos incidentes habidos en Colonia y otras ciudades alemanas en Nochevieja. Los alemanes y los europeos en general están aun en su mayoría desarmados y lo están porque la confianza en la capacidad de las policías de controlar la criminalidad y el orden público ha sido desde la Segunda Guerra Mundial uno de los grandes éxitos de las democracias occidentales y sus estados de bienestar. En algunos países las propias policías patrullan aun desarmadas. No hay que ser un agorero para entender que esto ya se está acabando. Que más allá del terrorismo, la violencia y los delitos van a aumentar previsiblemente en los próximos años. Con la masiva llegada de gentes ajenas a la cultura de convivencia democrática se agravará previsiblemente el proceso ya iniciado en las grandes ciudades europeas de “guetoizacion” por el que surgen partes urbanas que quedan sin protección policial y a merced de grupos extranjeros. Son barrios que, como ha reconocido la propia policía alemana o sueca, sus fuerzas ya no entran y grupos islámicos cobran impuestos, ejercen de fuerzas de vigilancia de las costumbres y de policía bajo la vigencia de la ley de la sharía. Las “No go zones” (las zonas a no pisar) en las que los ciudadanos no residentes corren un peligro agudo de ser asaltados cuando no asesinados y que son un fenómeno de America del Norte, Central y del sur, han surgido ya en Europa. Los barrios o calles divididas por etnias son un fenómeno habitual en Oriente Medio que se está trasladando al viejo continente. El antisemitismo importado con las oleadas de inmigrantes y en la reislamización en los barrios europeos, alimentado por un discurso judeófobo y anti-Israel de la izquierda es uno factor que añade potencial de violencia al panorama europeo de la seguridad ciudadana y el orden público. Son cada vez más los europeos que consideran necesario tener un arma en casa. O que en todo caso consideran insuficiente cuando no inexistente la seguridad que ofrece el monopolio estatal de la violencia con la policía.
La quiebra de confianza que se produce actualmente entre las sociedades europeas y sus respectivos Estados es un fenómeno que tiene paralelismos con los años veinte y treinta y el surgimiento de las ideologías totalitarias y criminales. Pero aparte de fomentar el populismo también induce a la desconfianza e inseguridad y búsqueda de otras formas de protección y seguridad que ya nadie cree los Estados sean capaces de suministrar. La falta de confianza en el Estado se intensifica con las noticias de ocultación de delitos de inmigrantes, impunidad para los imputados, falsificación de estadísticas y la percepción por parte de las clases menos favorecidas del trato de favor permanente al inmigrante en el sistema de ayuda social y bienestar. Con la impunidad en aumento, es lógico que el fracaso del aparato policial y la justicia percibido por la sociedad lleve a parte de ella a buscar esas nuevas formas de protegerse. Difícilmente se le podrán negar las armas a la población temerosa si el fracaso de las policías se convierte en permanente y muchas zonas, urbanas o rurales, no pueden ser patrulladas y quedan sin protección. Por eso no debería nadie excluir que lejos de cumplirse las ansias infinitas de Obama de europeizar los Estados Unidos con mayor control armamentista, sea Europa la que acabe viendo como normal que los vecinos estén incluso fuertemente armados y asuman la protección de sus hogares y barrios. Ya hemos visto como se han creado piquetes de protección y somatices diversos en ciudades europeas de países en los que jamás se hubiera creído posible. Es una pesadilla para la policía y sin duda un paso atrás en la calidad de vida. Pero de estos va a haber probablemente que dar muchos. Parece increíble que podamos volver a los vigilantes y somatenes. Pero tampoco se habría creído posible que las mujeres tuvieran miedo a salir de casa, hasta en pleno día, en ciertas ciudades europeas. Como les sucede a los judíos que últimamente ocultan su identidad y no portan kipá en las calles de grandes ciudades. Por miedo. Todo eso sucede ya. Es una desgracia que el lujo de una Europa con una altísima seguridad garantizada por el Estado sea ya hoy en gran parte del continente cuestión del pasado. Lo cierto es que lentamente el Estado en Europa va reconociendo que es incapaz el Estado de brindar esa seguridad. Primer paso han sido las agencias privadas de seguridad. Como es previsible que esta deriva continue lo honrado y lógico será reconocer el derecho inalienable del ciudadano a la autodefensa. Para defenderse a sí mismo necesita las armas adecuadas. Las que tienen siempre tienen los terroristas y delincuentes. Para tener posibilidad de defender su vida, su familia y su propiedad. Que es precisamente lo que consideraron los padres constitucionales en los Estados Unidos de América.