La tristeza no tiene un día en el calendario
Creer que existe alguien en el mundo capaz de dar con la fórmula de la felicidad parece una quimera; no obstante, encontrar la manera de acertar con exactitud cuál va a ser el día más triste del año es un hecho objetivo. Así están las cosas gracias al trabajo de un psicólogo llamado Cliff Arnall. Hace unos años el profesor británico trabajaba en la mágica combinación de números y letras que le conducirían a la solución del problema matemático generado voluntariamente en su cabeza.
Creer que existe alguien en el mundo capaz de dar con la fórmula de la felicidad parece una quimera; no obstante, encontrar la manera de acertar con exactitud cuál va a ser el día más triste del año es un hecho objetivo. Así están las cosas gracias al trabajo de un psicólogo llamado Cliff Arnall. Hace unos años el profesor británico trabajaba en la mágica combinación de números y letras que le conducirían a la solución del problema matemático generado voluntariamente en su cabeza.
Uno se imagina al señor Arnall haciendo garabatos en una servilleta de papel mientras bebe su café frío en un bar. Las operaciones extravagantes seguirían la lógica aritmética o quizás algebraica, esdrújula o esdrujulaica entendible solo por el mismo hombre que sostiene el bolígrafo mientras escribe.
A partir de los datos obtenidos por el psicólogo, lo más razonable sería concluir que el día menos afortunado de los trescientos sesenta y cinco días del ciclo cayese en lunes. Y es que para muchos este día supone que el fin de semana ha acabado y les recuerda que tras un domingo plácido se nos cuela el lunes. Según la teoría arnalliana el día más triste del año caerá siempre el tercer lunes del primer mes de cada año, coincidiendo con el fracaso de los propósitos de Año Nuevo incumplidos-si fuera el caso-, la cuesta de enero, el desánimo, el frío, la vuelta a la rutina, la niebla, bla bla bla…
Dirá usted que existen razones para estar triste este blue Monday de calendario y yo creo que no es así salvo que al despertar ese día tenga la visión de una cabina roja abandonada, sin usuario ni teléfono como pinta la fotografía en un día de invierno.