Cartas persianas
Así se tradujo por primera vez la obra de Montesquieu al castellano. El Imperio Persa sonaba entonces, en el siglo XVIII, a algo exótico, lejano, estrambótico. Sigue siendo así, ahora por distintas razones.
Así se tradujo por primera vez la obra de Montesquieu al castellano. El Imperio Persa sonaba entonces, en el siglo XVIII, a algo exótico, lejano, estrambótico. Sigue siendo así, ahora por distintas razones.
En el siglo XX Irán se convirtió en el Estado más moderno del mundo islámico. En él convivían distintas lenguas y religiones. Se desarrolló sobre todo la educación. Pero llegó el auge del petróleo y el golpe de Estado islamista de 1979, que acabó con la dinastía paternalista de los Pahlevi. Desde entonces ha ido reforzándose un estrafalario régimen totalitario, decididamente antijudío, dominado por los ayatolás o como se llamen. Se trata de un prepóstero sistema de gobierno clerical. Ha conseguido lo nunca visto: cuando sus autoridades visitan los museos vaticanos, se cubren las estatuas romanas que aparecen desnudas. Menos mal que el presidente de Francia se ha opuesto a la otra pretensión de los ayatolás visitantes: que no se sirva vino en la cena de gala. Bien es verdad que la cena tuvo que suspenderse. Montesquieu se habría divertido con una cosa así.
Pero la política es el arte de lo práctico. Francia hace un negocio espléndido vendiendo aviones a Irán, entre otras fruslerías. Italia sigue la misma senda comercial. Es el fin del bloqueo. Todo se debe a que los ayatolás han prometido que no van a fabricar la bomba atómica. Qué ingenuidad la de las potencias occidentales al aceptar tal promesa. Lo cierto es que Irán mantiene el ejército más poderoso del mundo islámico. Es la cabeza de la facción chií, enfrentada a los suníes de Arabia, otra formidable potencia militar. De momento, son buenos clientes para los exportadores de armas de Occidente. Supongo que España podrá venderles goniómetros para la artillería, si es que todavía existe tal artilugio.