THE OBJECTIVE
Carlos D. Lacaci

Lágrimas por la corrupción

Muchos españoles nos preguntamos si los casos de corrupción, el maldito cáncer que nos rodea por todos los rincones, no solo bajo las cloacas de las instituciones, sino también desde la misma superficie de muchos partidos políticos y de otros sectores privados de nuestra sociedad, se ha convertido ya en un mal endémico, imposible de extirpar.

Opinión
Comentarios
Lágrimas por la corrupción

Muchos españoles nos preguntamos si los casos de corrupción, el maldito cáncer que nos rodea por todos los rincones, no solo bajo las cloacas de las instituciones, sino también desde la misma superficie de muchos partidos políticos y de otros sectores privados de nuestra sociedad, se ha convertido ya en un mal endémico, imposible de extirpar.

Lo que parece ser una evidencia es el hecho de que, en esta censurable y denunciable forma de comportamiento, España, no ostenta tampoco el monopolio de las miserias y debilidades humanas. Se constata que, en mayor o menor medida, en todos los países, cuecen habas. En cualquier lugar del mundo, si colocamos un cesto lleno de billetes y a un hombre o a una mujer que puedan acceder a aquel, para administrar el peculio público, habrá altas probabilidades de que se pierda algún billete por el camino.

Entonces, se preguntarán ustedes, como me pregunto yo, ¿dónde está el problema?; ¿por qué nos lamentamos tanto si, al fin y al cabo, la corrupción es un problema globalizado?

Pues bien, por una parte, habría que responder tirando de refranero, diciendo aquello de: «Mal de muchos, consuelo de tontos y orgullo de necios». Por otro lado, lo que sí parece distinguirnos de otros países son las formas de gestionar las propias consecuencias de estos hechos delictivos.

Sobre esta cuestión, sirva un nuevo botón de muestra: Ocurrió la pasada semana en Japón, país donde, también, ocurren casos de corrupción.

Sucedió que el ministro de Economía de aquel país, Akira Amari, presentó su dimisión tras admitir que uno de sus colaboradores cercanos gestionó de manera inapropiada dinero recibido de una empresa constructora. El ministro, como vemos en esta foto, realizó el anuncio de su dimisión entre lágrimas y explicó que se sentía avergonzado por la actuación tan indecorosa que llevó a cabo uno de sus colaboradores.

Como vemos, España, no tiene el monopolio de la corrupción, pero nos faltan muchas lágrimas y, sobre todo, personas que asuman sus responsabilidades, tal y como hizo el ministro nipón. Con ello, quizá, tampoco terminaríamos con la corrupción, pero la combatiríamos mucho mejor.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D