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No a la guerra, definitivamente

Si algún eslogan ha logrado éxito en nuestro mundo es el de “no a la guerra”. No es solo que en casi todos los países haya desaparecido el servicio militar obligatorio. Tampoco lo hubo en épocas antiguas, pero la moral de los combatientes se mantenía por un cierto espíritu de altruismo, de sacrificio por la colectividad. Luego se les pagaba con honor, con los beneficios del pillaje y con la satisfacción de la aventura. Todo eso ya no cuenta nada en los ejércitos de hoy. Hay que inventar nuevos estímulos para mantener la moral de la tropa, ahora avituallada como nunca y participando también las mujeres. Los soldados se llaman ahora “efectivos”.

Opinión
  • Sociólogo español, colaborador habitual de medios de comunicación. Es catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Columbia y ha sido profesor visitante en las de Yale y Florida y en El Colegio de México.

Si algún eslogan ha logrado éxito en nuestro mundo es el de “no a la guerra”. No es solo que en casi todos los países haya desaparecido el servicio militar obligatorio. Tampoco lo hubo en épocas antiguas, pero la moral de los combatientes se mantenía por un cierto espíritu de altruismo, de sacrificio por la colectividad. Luego se les pagaba con honor, con los beneficios del pillaje y con la satisfacción de la aventura. Todo eso ya no cuenta nada en los ejércitos de hoy. Hay que inventar nuevos estímulos para mantener la moral de la tropa, ahora avituallada como nunca y participando también las mujeres. Los soldados se llaman ahora “efectivos”.

Puede que la presencia femenina en los ejércitos haya sido la causa del último invento: congelar los óvulos o el semen de los combatientes, presumiblemente de forma voluntaria. Con ese dispositivo, suponiendo que fallecieran o quedaran malheridos, serían capaces de completar sus planes reproductivos, naturalmente in vitro o algo parecido. El asunto más parece de una novela de ciencia ficción, pero es que la guerra se nutre cada vez más de esos sueños literarios. La naturaleza sigue imitando al arte.

La anécdota nos hace olvidar la sustancia de la dificultad creciente para situar a las tropas en el terreno del combate. Se desarrollan drones y otros artefactos para sustituir el hecho definitivo de que las botas de los soldados pateen el suelo. Los proyectiles se lanzan desde lugares inalcanzables por el enemigo. Se confía más en la “inteligencia” militar que en las operaciones guerreras. Los uniformes militares ya no distinguen los grados como antaño. Todo sea para facilitar el trabajo de los voluntarios. Ni siquiera se les dice que van a la guerra sino a “misiones de paz”.